Al fin, una película que trata el fenómeno social, si bien bastante camuflado, de los clubes cannábicos. De camino a la película, y aunque el patrocinio de la revista Vice daba cierto margen de garantía, no pude evitar cruzar los dedos para que la primera filmografía cuyo desarrollo se adentraba en dichos establecimientos fuese, al menos, lo más fidedigna posible al funcionamiento real en el que se mueven estas desconocidas entidades y, además, tuviese un mínimo de calidad aceptable. Ahora que ya la he visto, respiro aliviado ante una película que superado holgadamente el reto de ser la primera película que lleva el mundo del asociacionismo cannábico a la gran pantalla.
Huelga decir que “Smoking Club” no es un documental que estudie los clubes cannábicos, es una película de humor. Por ello, lo primero que tenemos que tener presente es que hay muchos detalles que se dejan, me imagino que en parte por prudencia, a la imaginación del espectador en pro del desarrollo de una trama multifocal en la que acaban concurriendo los destinos de múltiples socios, cada uno de ellos, con una marcada personalidad propia. Esta característica es esencial para entender lo poco que se han mojado al explicar, por ejemplo, de dónde viene la marihuana que sirven, una de tantas dudas que el espectador que no conozca previamente la realidad de los clubes deberá llevarse a casa y que queda reflejada perfectamente en la frase crucial que da uno de los socios fundadores protagonistas, a saber: “aprovechamos las incongruencias legales que existen” (¿de qué incongruencias concretas hablamos?).
En ese sentido, encontramos multitud de normas que, pese a que existen implícitamente al buen funcionamiento de éste o cualquier otro club que se precie, o bien son nombradas sin excusar el trasfondo que tienen o bien sólo pueden llegar a intuirse, y que podrían hacer referencia, por ejemplo, al motivo por el cual un socio debe venir por recomendación de otro socio o a las características que posee el contrato que firma el mismo al ingresar en el club, contrato en formato papel que, por cierto, puede distinguirse claramente en un momento determinado de la película. Dicha carencia de matices normativos no deja de ser curiosa, pues estamos hablando de una película que descansa gran parte de su argumentario en la desmesurada cantidad de reglas que impone el presidente y de las cuales surgirán algunos conflictos.
Sin embargo, y como ya he comentado, este largometraje no es un reportaje y aquellos que esperamos a que llegue una película que cuente las penurias que hay “detrás de la barra” de un club, con el consiguiente control que se ejerce desde la junta directiva para evitar que la institución salte por los aires ya sea debido a temas policiales, a las disputas internas que se dan o a las numerosas dificultades que tiene sacar adelante una institución tan “alegal”, tendremos que seguir esperando.
Smoking Club es un espacio de libertad, o eso es lo que dice su presidente maniático como es del orden y las buenas formas, más dentro de este espacio la realidad es un tanto diferente. Prejuicios y problemas de toda clase llevarán a los socios a conflictos cruzados en los que cada cual intentará jugar mejor sus cartas en medio de intensas emociones que nublan más el sentido que los propios porros. El amor, el odio racial, el estigma del porrero, el ánimo de lucro o los ideales que el propio presidente vierte en el club conforman la esencia, siempre conservando el toque humorístico, de una película que da pie a escenarios por otro lado nada recomendables para ningún club que aspire a cierta tranquilidad.
El decorado no escatima en detalle alguno y no desentona en absoluto con la idea del club cannábico tradicional, e incluso podría añadir que tiene mejor ambiente que la mayoría de clubes en los que he estado ofreciendo un espacio donde un servidor se sentiría más que cómodo fumándose un porro. El guión se sigue sin esfuerzo alguno, con lo cual el espectador, que si bien podrá apreciar la película mejor si ha sido miembro previamente de algún club, no tendrá ninguna dificultad en seguir una trama interpretada de manera muy convincente por la totalidad de los actores, aunque a mi juicio, de manera mucho más destacable por los dos socios fundadores, Rodrigo Poisón Y cuyo papel es espléndido.
Es de justicia no cerrar la crítica sin antes dar las gracias por un aspecto que me ha encantado, y es que la propia experiencia psicodélica, algo que podrían haber pasado por alto cobardemente, es mostrada sin pudor alguno magistralmente en un ejercicio de desestigmatización en el que no cabe sentir vergüenza por alterarse la consciencia voluntariamente a través de la droga. Bravo por ello.
En definitiva, ya era hora de que la psicodelia y la locura oculta de los clubes cannábicos se respirase en los cines y acercase un mundo que para miles de personas es normal. Espero que ésta sea la primera de otras tantas películas que aborden el tema, a poder ser, incidiendo más en los detalles del nuevo fenómeno social que son los clubes cannábicos. Más información sobre la película en su página web www.smokingclub.org
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