
Cuando en el año 2003 se propuso la descriminalización de la posesión de cannabis en el Reino Unido, el entonces presidente de la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes (JIFE), Philip Emafo, mostró su oposición declarando que:
“Ningún gobierno debería tomar medidas unilaterales sin considerar el impacto de sus acciones y, en última instancia, las consecuencias para todo un sistema que los gobiernos tardaron casi un siglo en implementar”.
El señor Emafo con este argumento ad antiquitatem rechazaba plantear un debate en torno a cualquier propuesta que desafiara la histórica prohibición del cannabis. Pero ¿en qué se basaba este sistema del que hablaba Philip Emafo y cómo llegó a implementarse?
La primera referencia escrita al uso psicoactivo del cannabis procede de Heródoto, el cual relata en sus libros de Historia como los escitas utilizaban esta planta en sus baños de vapor. El uso de marihuana también era conocido por las culturas china e india tal como reflejan textos de carácter farmacológico como el “Pen Tsao Ching” (siglo III) y el “Chikitsa-sara-sangraha” (siglo XI).
El primer informe oficial sobre el consumo de cannabis y sus efectos fue realizado por el gobierno británico en 1893. Para ello, la Cámara de los Comunes decidió recopilar información sobre los hábitos de consumo de cannabis entre los habitantes del protectorado de la India. Con tal fin, se organizó una comisión que visitaría 30 ciudades en 8 estados, pasando por 24 instituciones mentales, con el objetivo de investigar los efectos de la producción y consumo de cáñamo teniendo en cuenta fuentes de diversa procedencia y diferente grado de involucración en el asunto (oficiales civiles y médicos, cultivadores, misionarios, comerciantes de cáñamo, enfermos mentales,…). Este informe, con más de 3000 páginas, es el más extenso jamás realizado y aún a día de hoy, no se ha llevado a cabo un estudio sociológico tan extenso sobre los efectos del uso de cannabis incluyendo fuentes de tan diversa procedencia.
Entre las conclusiones del informe que se presentaron ante el gobierno británico se indicaba que:
(…) en lo que respecta a la evidencia de que las drogas de cáñamo pueden inducir aberración mental, la Comisión ofrecerá las siguientes observaciones: La evidencia puede ser considerada bajo dos puntos de vista – (a) popular; (b) científico. La percepción popular de que el uso de fármacos de cáñamo puede inducir locura se remonta a muchos siglos atrás, y los actuales puntos de vista sobre el tema son, sin duda, el resultado de viejas ideas populares que se han transmitido y se han convertido en máxima.
En el abundante número de testigos médicos que han presentado evidencias ante la Comisión, probablemente, ninguno ha observado el inicio del hábito degenerando en aberración mental, estando en posición de evaluar otras posibles contribuciones a la causa, en caso de que existieran. (…)
Mientras tanto, a finales del siglo XIX, la marihuana seguía siendo un tema aún desconocido en los Estados Unidos. La atención de los medios de comunicación de la época se centraba en estigmatizar el uso del opio y sus derivados en una campaña que buscaba criminalizar a los principales consumidores de dichas sustancias, los inmigrantes chinos. Sin embargo, ya comenzaban a aparecer artículos en la prensa amarilla alertando de la invasión del consumo de una nueva planta procedente de Méjico. Curiosamente, ni era “nueva”, ni procedía de Méjico, ya que había sido introducida por los españoles en el valle de California a finales del siglo XVIII para la producción de fibras.



Por poner un ejemplo del tono sensacionalista de los medios de comunicación de la época, el 24 de Octubre de 1897, el diario «San Francisco Call» publicaba un artículo sobre el peligro de la marihuana (a la que se denomina de forma incorrecta «hierba loca») titulado “[La marihuana] produce sueños cautivadores de éxtasis” (“It Brings Ravishing Dreams of Bliss”), que decía:
“En el sur de Arizona, los oficiales penitenciarios están hasta arriba de trabajo tratando de prevenir el contrabando dentro de sus instituciones de la seductiva marihuana. Esta es una clase de hierba loca más potente que el opio. […] Los mejicanos la mezclan con tabaco y la fuman en cigarrillos, inhalando el humo. Cuando se consume de esta forma, produce un estado mental de hilaridad en el fumador que no puede ser comparado a ninguna otra forma de disipación”.
En los artículos sobre este tema publicados a finales del XIX y principios del XX es común encontrar esta confusión entre “hierba loca” (locoweed en inglés), un conjunto de plantas que contienen el alcaloide indólico swainsonina, y la planta del cannabis, lo que demuestra la falta de información que existía en torno a la naturaleza y los efectos de ambas plantas.
Por estas fechas empiezan también a aparecer los primeros relatos alarmistas relatando los estragos que la marihuana supuestamente causaba en la salud mental de los consumidores mejicanos. En la edición de 1906 del Pacific Drug Review se podía leer:
“La marihuana es una de las drogas más peligrosas que se pueden encontrar en Méjico. La hierba crece de forma salvaje en varias localidades del sur del país. […] Hace unos años se descubrió que muchos prisioneros de la prisión de Belem en la ciudad de Méjico estaban volviéndose locos. Se realizó una investigación y se descubrió que todos ellos eran adictos al consumo de marihuana, la cual era introducida de contrabando por los guardias que habían sido sobornados para tal propósito. […] El usuario habitual de marihuana acaba volviéndose loco y se convierte en un maniático delirante. […] Se dice que aquellos que fuman marihuana frecuentemente acaban muriendo de forma repentina”.
A partir del año 1906, el cannabis pasa a ser considerado en los EEUU, junto “al alcohol, la morfina, el opio, la cocaína, la heroína, la benzamina (eucaina), el cloroformo, el hidrato de cloral y la acetanilida” como una de las sustancias que deben aparecer en el etiquetado de las «pociones milagrosas» (patent medicines) o cualquier otro producto que las contuviera según dictaba la “Ley de Pureza de Alimentos y Drogas” (“Pure Food and Drugs Act”). Sin embargo, esta medida no parece haber estado dirigida a prohibir su uso recreacional sino más bien a combatir el fraude y la publicidad engañosa en los productos vendidos con fines medicinales.
No fue hasta 1913 que California se convirtió en el primer estado en promulgar una ley prohibiendo la venta y posesión de marihuana. Según la opinión del especialista en historia de la marihuana Dale Gieringer, la aprobación de dicha ley estuvo motivada por motivos raciales ante la creciente preocupación de las autoridades por el consumo de esta sustancia entre los inmigrantes “hindúes, sirios y mejicanos”.
Dos personajes que jugaron un papel decisivo en el establecimiento de esta tendencia prohibicionista fueron Henry J. Finger, un destacado miembro de la Junta de Farmacia de California, y Hamilton Wright. Wright alcanzó cierto renombre al encontrar el patógeno que supuestamente causaba el beriberi (antes de que se descubriera que realmente se debía a una deficiencia de vitamina B1). Más tarde, Wright fue nombrado en 1908 como comisario estadounidense para el asunto del opio, representado a su país en las conferencias de la Comisión Internacional del Opio de Shanghái de 1909 y de nuevo, en la conferencia de la Haya de 1912, en la que coincidiría con el señor Finger.
Entre la correspondencia que mantuvieron estos dos personajes se pueden encontrar citas que apuntan a las verdaderas razones de la preocupación del señor Finger con respecto al uso del cannabis. En una carta fechada el 2 de Julio de 1911, Finger le comentaba a Wright:
“Durante el último año hemos estado recibiendo en California una gran cantidad de hindúes y los mismos han creado una gran demanda de cannabis índica; son un tipo de gente realmente indeseable y el hábito está creciendo en California muy rápido… la preocupación a día de hoy es que estén iniciando a nuestros blancos en este hábito. No estábamos al tanto del alcance de este vicio cuando nuestra asamblea legislativa estuvo en sesión y no modificamos nuestras leyes para incluir este asunto y ahora no tendremos nuestra próxima sesión legislativa hasta dentro de dos años. […] ¿Hay algo que podamos hacer en la Haya que pueda ayudar a frenar este asunto?”. Fuente: CANORML
Las preocupaciones del señor Finger fueron bien recibidas por Hamilton Wright, el cual contestó:
“Definitivamente deberías hacer que tu asamblea legislativa hiciera algo al respecto del cáñamo indio”.
Las aspiraciones del señor Finger de introducir el asunto del cannabis en la agenda internacional de la conferencia de la Haya se fueron al traste al encontrarse con la oposición de países en los que el consumo de cannabis formaba parte de las costumbres sociales y religiosas, como la India, a pesar del apoyo de otros países como China y Egipto.



Sin embargo, lo más probable es que fuera una combinación factores lo que llevó a que California se convirtiera en el primer estado en prohibir la posesión de cannabis. A principios del siglo XX, California era un estado de mayoría conservadora donde se veía con recelo cualquier costumbre propia de los inmigrantes que divergiera de las propias. Como aliciente, en 1913, existía un gran apoyo popular hacia la intervención del gobierno en asuntos de moral y el movimiento religioso que encabezaba la cruzada contra consumo de alcohol que desembocaría en la promulgación de la Ley Seca en 1920 contaba con importantes apoyos institucionales. Con todos estos factores en juego no es de extrañar que el mantra dominante de la época fuera considerar inmoral cualquier actividad que tuviera fines hedonistas, lo que incluía la prostitución, el sexo oral, las apuestas y, por supuesto, el reciente fenómeno del consumo de cannabis.
Finalmente, los deseos de Finger y Wright se cumplieron. En 1913 se aprobaría de forma unánime en California la Ley de Venenos, en la cual, en el capítulo 342, Sección 8(a) se indicaba:
“La posesión de una pipa o pipas utilizadas para fumar opio (conocidas como pipas de opio) o los accesorios habituales o los accesorios de unión o los extractos, tinturas u otras preparaciones de narcóticos de cáñamo o hierba loca, sus preparaciones o compuestos […] será considerado un delito”.
Precisamente en California se produjo la primera operación policial contra la producción de marihuana al conseguir incautarse en 1914 un alijo por valor de 500 dólares de la época en una comunidad mejicana de Los Ángeles de Sonoratown. El periódico “Los Angeles Time” recogía en sus páginas dicho evento de la siguiente forma:
“El cáñamo indio es una planta con potentes propiedades narcóticas y ha sido introducida en la lista negra bajo la ley de venenos promulgada durante la pasada legislatura. Esta planta está rodeada de leyendas de asesinatos, suicidios y desastres… De acuerdo con el inspector Jones y los detectives Leon y Rico, conocedores de la vida de Sonoratown, la hierba es consumida por los habitantes de la colonia mejicana local. En cada recoveco y rincón, se cultivan plantas que a menudo representan la única fuente de ingresos de los cultivadores”.
Antes de que comenzara la primera guerra mundial, otros estados promulgaron leyes anti marihuana, incluyendo Maine, Wyoming e Indiana en 1913 y Utah y Vermont en 1915.
El caso de Utah merece especial consideración ya que, según los profesores de Derecho de la Universidad de Carolina del Sur Richard J. Bonnie y Charles H. Whitebread, dicha legislación pudo haber estado influida por una serie de incidentes relacionados con la «Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días» (también conocida como Iglesia Mormona).
Según la hipótesis de estos profesores, la prohibición de la poligamia impuesta por el Tribunal Supremo en 1876 tras el caso «Reynolds contra los Estados Unidos», junto a la persecución que esta religión sufrió en Estados Unidos a finales del siglo XIX, determinaron que muchos mormones decidieran emigrar a Méjico en busca de un lugar donde vivir “de forma tradicional”. Sin embargo, el trato violento que los seguidores de la fe mormona recibieron durante la revolución Mejicana (dos famosos mártires mormones de esta época fueron Rafael Monroy y Vicente Morales, ambos ejecutados por el ejército Zapatista) forzaron a muchos a retornar a los Estados Unidos, supuestamente portando con ellos el consumo de marihuana que habían adquirido durante su estancia en Méjico. La presión ejercida por parte de las autoridades mormonas ante la preocupación que este asunto produjo habría sido, según los citados autores, uno de los motivos que llevaron al estado de Utah a prohibir su consumo.
Sin embargo, la historiadora especializada en historia mormona Ardis E. Parshall pone en duda la tesis de Bonnie y Whitebread y en su lugar sostiene que la ilegalización del consumo de esta sustancia en Utah se debió a una continuación de la tendencia reguladora iniciada por el estado de California.
A pesar de las primeras medidas prohibicionistas de la década de los años 20, el uso de la marihuana todavía no era un asunto que generara inquietud entre la opinión pública norteamericana. En contraste con la actualidad, la principal preocupación de la época fue la demonización del consumo de alcohol característica del periodo de la Ley Seca. Sin embargo, la alarma por el consumo de marihuana comenzaba a surgir de forma endémica en las zonas en las que la influencia de la inmigración mejicana comenzaba a ser un fenómeno creciente, principalmente el sur y este de los Estados Unidos.
En 1927, el estado de Montana promulgó la prohibición del uso del cannabis sin que existiera debate público alguno sobre el asunto ni se expusieran razones de tipo sanitario al respecto. En su lugar, los periódicos y tabloides se llenaron de titulares sensacionalistas relacionando el consumo de marihuana con los «invasores mejicanos», destacando el carácter agresivo que demostraban al tomar la “hierba mejicana”.
El 27 de Enero de 1927, el Montana Standard publicaba lo siguiente:
“Hubo diversión en la Cámara del Comité de Salud durante la semana en la que el proyecto sobre la marihuana llegó a consideración. La marihuana es el opio de México, una planta utilizada por los mexicanos y cultivada para la venta por los indios. “Cuando el peón de los campos de remolacha da unas caladas a estas cosas», explicó el Dr. Fred Fulsher, de Mineral County, “él cree que acaba de ser elegido presidente de México por lo que comienza a ejecutar a todos sus enemigos políticos”. (…) Todo el mundo se echó a reír y el proyecto de ley fue recomendado para su aprobación”.
Esta tendencia alarmista continuó extendiéndose a zonas del oeste según comenzaban a llegar más inmigrantes tras la gran ola de inmigración que prosiguió a la revolución mejicana. El 16 de Abril de 1927, los titulares del “Denver Post” rezaban: “Asesino desalmado capturado en Nebraska: Mejicano confiesa la tortura de bebé americano”, matizando en el subtítulo: “el prisionero admite a los oficiales que es adicto a la marihuana”.
A mediados de los años 20 el debate sobre la regulación de la marihuana alcanzó dimensiones internacionales, aunque los resultados fueron, de nuevo, insuficientemente satisfactorios para los Estados Unidos. En 1925, la Convención Internacional de Ginebra sobre el Control de Narcóticos, organizada por la Sociedad de las Naciones, recibió la propuesta del gobierno de Egipto de incluir al cáñamo índico en la agenda, a pesar de que en principio, el objetivo de la conferencia era discutir únicamente el alcance de las políticas de control internacional sobre el comercio de cocaína y opiáceos.
La propuesta presentada por la comisión egipcia para considerar el “problema del cáñamo” se apoyaba en una serie de argumentos morales y sanitarios, estos últimos basados en las conclusiones de la “Oficina sobre la Demencia en Egipto”, una agencia dirigida por un tal John Warnock, encargado del Asilo de Abbasiya en el Cairo.
Tras diez meses a cargo de dicha institución y sin apenas conocimientos de las costumbres y la lengua local, el señor Warnock ya había extraído sus conclusiones al respecto del hachís.



“El uso ilícito de hachís es la causa principal de la mayoría de los casos de demencia que se producen en Egipto. En apoyo de esta afirmación, se puede observar que hay tres veces más casos de alienación mental entre los hombres que entre las mujeres, y es un hecho establecido que los hombres son mucho más adictos al hachís que las mujeres.
En términos generales, la proporción de casos de demencia causada por el uso de hachís varía de 3 a 60 por ciento del número total de casos que ocurren en Egipto”.
El informe de la comisión egipcia agradó a los promotores de la cruzada prohibicionista norteamericana, los cuales no se dignaron en contrastar los datos presentados por el gobierno egipcio con otros documentos disponibles de la época, como el informe sobre el uso del cáñamo en la India recopilado por las autoridades inglesas en 1893.
Sin embargo, los países participantes en la cumbre no consiguieron llegar a un acuerdo sobre el cannabis y el delegado estadounidense abandonó la reunión antes de que esta concluyera, decepcionado por la indulgencia del resto de países.
En 1930, la cruzada anti-marihuana tomó nuevas fuerza en los Estados Unidos con la creación de la Oficina Federal de Narcóticos, predecesora de la Administración para el Control de Drogas (DEA). Harry J. Anslinger fue elegido como comisionado de esta nueva agencia y aunque al principio se mostró reacio a implicar a la Oficina de Narcóticos en el asunto de la marihuana ya que, en sus mismas palabras, «la planta era tan abundante como los dientes de león”, no tardó en cambiar de opinión según la persecución del alcohol comenzó a dar muestras de agotamiento.
Algunos de los supuestos argumentos para promover la ilegalización de la marihuana de este primer zar antidroga estadounidense son cuestionables, incluyendo “sus efectos en las razas degeneradas” o la tendencia al “pacifismo y al comunismo” que provocaba entre quienes la consumían.
Algunas de las citas que se le atribuyen a Anslinger muestran cual era su opinión al respecto del uso de la marihuana por ciertas minorías.
“Dos negros secuestraron a una niña de catorce años y la mantuvieron durante dos días bajo la influencia del cáñamo. Después de la recuperación, se encontró que ella había contraído sífilis».
Con la complicidad de los personajes del mundo editorial, entre los que destaca William Randolph Hearst, Anslinger fue capaz de orquestar una eficaz campaña mediática anti-marihuana en los Estados Unidos. Para mantener este clima de histeria, Anslinger mandó publicar los llamados “Archivos Gore”, supuestos informes policiales sobre los crímenes provocados por consumidores de marihuana.
Para el año 1931, 36 estados ya habían promulgado leyes prohibiendo la posesión de cocaína y 35 prohibían la posesión de opiáceos sin prescripción médica. Sin embargo, las leyes y las sanciones por consumo de marihuana y otras drogas variaban de estado a estado y no existía ninguna uniformidad en cuanto al alcance y la aplicación de las mismas.
A partir de 1934, la lucha contra el crimen interestatal motivó que la Oficina Federal de Narcóticos promoviera la uniformización de las leyes estatales en materia de drogas a través de la “Ley de Uniformidad de Drogas Narcóticas” (Uniform Narcotic Drug Act), documento que, por supuesto, carece de referencia alguna al aspecto sanitario del consumo de drogas. Este proceso de uniformización llegó a su culmen con la aprobación de la “Ley de Tasación de Marihuana” (“Marijuana Tax Act”) de 1937. Entre las pruebas que Anslinger proporcionó durante su testificación a favor de esta ley se incluía una carta del editor de un periódico californiano que relataba el ataque sufrido por una niña blanca por parte de un mejicano bajo los efectos de la marihuana y que alertaba del peligro de que este vicio mejicano se extendiera entre la población blanca.
“Me gustaría poder mostrar lo que un pequeño cigarrillo de marihuana puede hacer a uno de nuestros degenerados residentes de habla hispana. Es por eso que nuestro problema es tan grande; el porcentaje más grande de nuestra población está compuesta por personas de habla hispana, la mayoría de los cuales son de baja condición mental, debido a condiciones sociales y raciales”. [Fuente : druglibrary.com]
En esa misma ocasión, Anslinger también aclaró como los inmigrantes mejicanos se valían de esta planta para corromper a los jóvenes blancos:
“Los mexicanos convierten [la marihuana] en cigarrillos, que venden a dos por 25 centavos de dólar, sobre todo a los estudiantes de escuelas blancas”. [Fuente : druglibrary.com]
Para apoyar aún más su caso, Anslinger expuso ante la comisión encargada de aprobar dicha ley un par de los casos más llamativos recogidos en sus «Archivos Gore».
«Un hombre bajo la influencia de la marihuana decapitó a su mejor amigo, y luego, al salir de los efectos de la droga, quedó tan horrorizado como cualquiera de lo que había hecho» [Anslinger se refería en esta cita al «Asesino del hacha de Eureka», caso que fue publicado en el Denver Post el 24 de Febrero de 1935].
«Un muchacho joven que se había vuelto adicto a fumar cigarrillos de marihuana, en un ataque de locura, (…) se apoderó de un hacha y mató a su padre, madre, a sus dos hermanos y a su hermana, acabando con toda la familia a excepción de él mismo. «
[Este fragmento hace alusión al caso de Victor Licata, quien fue diagnosticado de demencia precoz con tendencias homicidas y en cuyo informe médico no hubo ninguna mención al consumo de marihuana].
En 1939, el alcalde de Nueva York, Fiorello La Guardia, encargó un estudio independiente sobre los efectos de la marihuana a la Academia de Medicina de Nueva York. La cual, tras cinco años de investigación, concluyó que:
“La práctica de fumar marihuana no conduce a la adicción en el sentido médico de la palabra. […] El uso de marihuana no conduce a la adicción de morfina o heroína o cocaína. […] La marihuana no es el factor determinante en la comisión de delitos graves”.
Este informe no agradó a Anslinger, el cual encargó una investigación similar a la Asociación Médica Americana (AMA) para refutar estas afirmaciones. Y por supuesto, en 1945, la AMA extrajo una serie de conclusiones más acordes con la posición del gobierno.
Desgraciadamente, la AMA tardó 45 años en cambiar de postura. No sería hasta 1990 que rectificarían y publicarían un informe recomendando a la Administración de Fármacos y Alimentos no considerar factores sociales y económicos a la hora de regularizar las drogas. En el informe H.100.992 la AMA declaraba que:
(2) La AMA considera que no se debe permitir que las preocupaciones y las disputas sociales y económicas desempeñen per se un papel significativo en el proceso de toma de decisiones de la FDA durante el curso de la elaboración por parte de la FDA de regulaciones farmacológicas, ya sean generales o concernientes a productos específicos.
(3) Es la posición de nuestra AMA que la FDA no debe permitir que las consideraciones políticas o que los conflictos de intereses anulen la evidencia científica en la toma de decisiones políticas.



Para 1952, la opinión de Anslinger ya no era solo la postura oficial del gobierno estadounidense sino que finalmente se estableció como norma internacional una vez que el Comité de Expertos de la Organización Mundial de la Salud sobre Drogas Narcóticas declaró que las sustancias elaboradas a partir de la planta de cannabis eran prácticamente obsoletas y no existía justificación para su uso médico. Los acuerdos firmados en la Convención Única sobre Estupefacientes de 1961 establecieron finalmente las bases de una legislación internacional más uniforme con respecto al cannabis, incluyendo a esta planta y a sus derivados en las Categorías I y IV, las cuales agrupaban sustancias “particularmente susceptibles de producir abuso y efectos nocivos y en las cuales, dicha propensión no está compensada por ventajas terapéuticas significativas”.
Durante los años 60, el uso del cannabis se extendió entre algunos movimientos contraculturales y antibélicos de la época, lo cual fue explotado por el gobierno y los medios de comunicación para criminalizar y estigmatizar tanto a dichos grupos como a los usuarios de cannabis en general.
Un caso en particular de la época merece especial mención, tanto por el protagonista como por las consecuencias del mismo. En Diciembre de 1965, Timothy Leary fue detenido por una patrulla de aduanas en la frontera entre Méjico y Tejas por posesión de cannabis al encontrarse los restos de tres porros en el coche en el que viajaban. Leary fue sentenciado a 30 años de prisión y a pagar una multa de 30.000 dólares por incumplir la “Ley de Tasación de Marihuana” de 1937. Sin embargo, tras apelar ante el Tribunal Constitucional alegando que dicha ley entraba en conflicto con la Quinta Enmienda al obligar al acusado a autoincriminarse, la “Ley de Tasación de Marihuana” de 1937 fue derogada por decisión unánime de los 9 miembros del Tribunal Constitucional. Sin embargo, a pesar del resultado del juicio, la posición del gobierno con respecto al uso del cannabis no cambió en absoluto ni se produjo ningún tipo de resarcimiento a aquellos afectados por estas leyes durante los 28 años que estuvieron en vigor.
En 1970 la Ley de Sustancias Controladas entró en vigor tras ser aprobada por Richard Nixon. Un año más tarde, el mismo Nixon declararía la adicción a las drogas como el “enemigo público número uno” de los Estados Unidos. Sin embargo, según comentó el asesor de asuntos internos durante el mandato de Nixon, John Ehrlichman, en una entrevista para la revista Harper en 1994, los motivos de esta maniobra política podrían no haber estado restringidos a la lucha contra el abuso de drogas:
“La campaña de Nixon de 1968 y la Casa Blanca después tenían dos enemigos, la izquierda antibélica y la comunidad negra. ¿Entiendes lo que quiero decir? Sabíamos que no podíamos ilegalizar estar en contra de la guerra o ser negro, pero sabíamos que si conseguíamos que el público asociara a los jipis con la marihuana y a los negros con la heroína y luego criminalizábamos con intensidad ambas drogas, podríamos afectar a esas comunidades. Podríamos arrestar a sus líderes, hacer redadas en sus casas, dispersar sus reuniones y vilipendiarles noche tras noche en las noticias. ¿Sabíamos que estábamos mintiendo sobre las drogas? Por supuesto que lo sabíamos”.
La creación de la DEA en 1973 en sustitución de la Oficina Federal de Narcóticos y la implicación de la CIA y del ejército en las labores de labores de incautación y patrulla a partir de 1982 confirmaron el enfoque belicista del gobierno de los Estados Unidos en este asunto. La “Guerra contra las Drogas” pasó de ser una guerra en sentido figurado a convertirse en una guerra muy real en contra de todo aquel que estuviera involucrado en la producción, tráfico y consumo de drogas.
Sin embargo, el fracaso de esta guerra contra el consumo de drogas es evidente a día de hoy al observar los resultados de la misma. Entre el año 1980 y 2003, el mismo año en el que el señor Emafo clamaba por mantener la prohibición del cannabis, el número de reclusos por delitos de drogas en prisiones estatales en los Estados Unidos no se redujo sino que se multiplicó por 12 (de 19000 a 25000). Fuente: https://www.hrw.org/sites/default/files/reports/us0508_1.pdf
Y según datos del Departamento de Justicia de los Estados Unidos, en el año 2003, un 29.5% de los nuevos reclusos que ingresaron en prisión lo hicieron debido a delitos relacionados con drogas. Fuente: http://www.bjs.gov/content/pub/pdf/p03.pdf
Para efectos de este artículo, no nos interesa discutir si hubo o no una motivación oculta detrás de la ilegalización del cannabis para criminalizar y perseguir a ciertos grupos por razones políticas o raciales. Lo que es innegables es que en esta guerra, como en casi todas las guerras, las víctimas se encuentran entre las minorías y los más desfavorecidos. Es interesante observar como a pesar de que los afroamericanos representan tan solo el 13% de la población de los Estados Unidos, en el año 2003, estos fueron encarcelados en una proporción 9.4 veces mayor que los caucásicos por delitos relacionados con drogas. Fuente: http://www.nccdglobal.org/sites/default/files/publication_pdf/created-equal.pdf
Las repercusiones de este sistema se extienden más allá de la privación de libertad durante el periodo de encarcelamiento. Siguiendo con el caso norteamericano, en los Estados Unidos la posesión de antecedentes penales limita las posibilidades de reinserción de los ex convictos debido al estigma que conlleva haber sido encarcelado. Para más inri, en varios estados, una vez que se hace efectiva la correspondiente condena, los ex convictos son privados de su derecho al voto de forma temporal e incluso permanente, dependiendo de las leyes de cada estado. En 2002, 4.7 millones de personas se vieron privadas del derecho a voto debido a la posesión de antecedentes penales.
Volviendo a la pregunta que nos planteábamos al comienzo del artículo, queda claro que el sistema del que hablaba el señor Emafo ha sido el resultado de un proceso al que han contribuido factores muy diversos (religiosos, regulatorios, raciales, culturales, morales,…) para confluir en un objetivo común, la ilegalización del uso del cannabis. El problema surge al reconsiderar estos argumentos, ya que muchos de ellos no eran siquiera válidos en el momento en el que se plantearon y por supuesto, no lo son ahora.
Nos encontramos en un periodo en el que la mayoría de los gobiernos reconocen el fracaso de la guerra contra las drogas mientras se plantean medidas para intentar arreglar el asunto o imponer un sistema punitivo más blando (ya sea reduciendo o eliminando las sentencias mínimas obligatorias, decriminalizando su uso o creando monopolios para controlarlo). Por ello, en este momento es realmente necesario echar la vista atrás para revisar la historia de la prohibición del cannabis y repasar los errores cometidos en el pasado. Al hacerlo, solo hay una conclusión que se puede obtener al analizar esta sucesión de eventos desde el prisma actual. Señores Emafo del mundo, su sistema de prohibición centenario no está roto, olía a podrido desde el primer día.
Imágenes: California Digital Newspaper Collection The Antique Cannabis Book Wikipedia
Textos: Antonio Cillero. Todos los derechos reservados
Bajo el seudónimo de Acracio publica artículos sobre sustancias psicoactivas. Además de escribir sus artículos y entrevistas es el traductor oficial de InfoCannabis.
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