El mundo del consumo de la marihuana es muy amplío y poco se habla de él en los grandes medios. Aún hay muchas reservas y tabú sobre el tema, a pesar de que haya países que hayan legalizado su consumo al demostrarse sus fines terapéuticos. Más allá de todo lo obvio sobre las investigaciones realizadas, pero hay otro tema del que no se habla entre la gente relacionada con la marihuana. Sí. También existe machismo en el mundo del cannabis. Hablamos con varias mujeres relacionadas directamente con el sector cannábico que nos cuentan su visión sobre esta realidad silenciada.
Ana Artal es encargada de un Growshop desde hace ocho años. Relata que en todo este tiempo ha sido testigo de ese machismo en la tienda en varias ocasiones. Cuenta lo que le ocurrió una vez en la que entró a la tienda una mujer que le comentó que sus plantas tenían unas manchas en las hojas Ana explica que empezó a preguntarle para ver si podían averiguar lo que era hasta que al final se llevó un producto. “Yo creo que eran carencias, hasta ahí todo bien, pero volvió otro día a comprar un producto y ese día estaba mi pareja en la tienda.
La chica compró y estuvimos un rato hablando, pero mi sorpresa fue la tercera vez que volvió que nada más entrar ya me preguntó si no estaba el chico”. Ana explica que para su sorpresa al decirle que no se encontraba ahí, sintió en la clienta una actitud de rechazo hacia ella, como si ella no pintara nada, “ya ni me quiso comentar a mí, como si mi pareja por ser hombre tuviera que saber más que yo”. Ana no comentó nada, pero siente que lleva viviendo esa misma situación mucho tiempo, y no sólo entre los hombres, sino también con las mujeres como fue este caso.
Por su parte, Francisca Gelabert dueña de otra tienda de productos para el cultivo, también ha sentido el rechazo en algunos clientes a la hora de facilitarles información sobre los productos. “Confiaban más en las explicaciones de mi compañero aunque dijera exactamente lo mismo que yo”, afirma.
Elena Pérez, otra de las entrevistadas, cuenta su experiencia como comercial y las dificultades con las que se encuentra, ya que “me cuesta muchísimo que me respeten, que respeten mi opinión profesional y mis conocimientos técnicos. Un ejemplo muy fuerte que recuerdo es que mi compañero sentimental, me acompañó en una de aquellas visitas, pero yo dejaba claro que no pertenecía a la empresa. Yo daba la presentación de los productos, y cuando acababa la presentación, para hacer las preguntas técnicas ¡se dirigían a él”. Tras ello, Elena explica que les recordaba que ella era quien estaba a cargo de las presentaciones y daba la respuesta, pero tras ello volvían a preguntarle a él. “Esto me ha pasado un millón de veces. O toparme con tipos, que, al contestarles a determinada información sobre el producto que conozco al dedillo, me miran con desprecio y aires de superioridad, como diciendo: bah, tú no tienes ni idea”.
“Teníamos un conflicto porque, siempre que se elegía la siguiente portada, los chicos abogaban por querer publicar desnudos tipo High Times, chicas desnudas con la planta de marihuana delante y demás, y nosotras siempre protestábamos”. ¿Por qué que cojones?, que eso era injusto, que entonces pusiesen a un tío también, en fin, lo típico… Entonces, después de mucho batallear llegamos a una especie de acuerdo tácito y decidieron, en una sola portada, que vale, que iba a ser desnudo también, aunque el único caso que nos hicieron es que no pondrían a la tía siliconada que planeaban, sino a una tía más natural y menos pornográfica, más artístico el trabajo, digamos.”
Salió aquella tirada con mujer desnuda en portada y desgraciadamente, cuenta Elena, “tuvimos que darles la razón, porque fue tres veces mayor que la media que acostumbrábamos cuando en la portada sólo salían fotos de cogollos”. Elena argumenta que que “el sexo vende, desgraciadamente”. Más concretamente, el destinado a satisfacer al hombre heterosexual, añadiría yo.
Una vez más, nos encontramos ante el hecho de que el cuerpo de la mujer vende y se explota en todos los ámbitos. Que somos objetos de deseo y se produce una cosificación de los cuerpos que nada ayuda a avanzar en el movimiento feminista y por tanto, en la igualdad de derechos. Cuando se usa el cuerpo de la mujer en publicidad, ésta no aparece como sujeto, sino como reclamo de placer ofrecido a los hombres. Algunas personas hablan de puritanismo cuando se trata este tema, pero no creo que podamos hablar de transgresión cuando es únicamente el cuerpo de la mujer el mostrado a través de la decisión de un hombre que busca complacer a otros hombres a través de dinero.
Elena cuenta al hilo de este tema que “continuamente en Facebook muchas marcas utilizan a las mujeres para vender, esto también se puede ver en ferias, muchas marcas utilizan azafatas con el cuerpo pintado o casi en pelotas para regalar muestras, atraer la atención hacia el stand o para vender. Se ve continuamente, y en los anuncios o la publicidad en general, muchas marcas se promocionan, directa o indirectamente, usando el cuerpo de la mujer”.
Son muchos, demasiados los ejemplos que las mujeres como Elena se encuentran dentro del sector del cannabis.
También nos encontramos con el problema de la brecha salarial y las jerarquías como en el resto de los sectores de nuestro país. Elena comenta que esto “quizás no debiera ocurrir porque se supone que somos gente más tolerante, más abierta de miras y demás, pero ocurre también aquí. En toda mi trayectoria, en todas las empresas del cáñamo que he trabajado (un mayorista, una revista, una feria, distintos fabricantes), mi salario siempre ha sido inferior al de los hombres que hacían el mismo trabajo”. Además, en los cuidados y la limpieza siempre se han encargado mujeres. “Me han dado curros que no tenían que ver con lo que me pagaban, faenas extra para las que no había sido contratada. Es decir, cuando tocaba limpiar un stand o las oficinas… Era obvio para todos que las que limpiábamos éramos las chicas”, sentencia.
“La última que recuerdo es que, en un evento grande, los comerciales internacionales llegaron el día que empezaba, pero a la única comercial mujer, que era yo, le tocó acudir dos días antes para trabajar con los montadores… Y cuando tocó limpiar y recoger la basura en ese evento, a nadie se le ocurrió pedírselo a los comerciales hombres”. Le pusieron a hacerlo a ella y de hecho, cuenta “nunca se me olvidará, un empleado de otra empresa soltó, indignado, ‘¿¡Pero qué haces, Elena, cómo te pones tú a hacer eso!?’, y se puso a ayudarme porque le daba vergüenza ajena. En fin, ejemplos, muchos ejemplos, que fácil no es, la verdad sea dicha…”, finaliza.
Hemos preguntado a más mujeres, una de ellas me ha enviado este testimonio pero prefiere mantenerse en el anonimato: Tengo que confesarte que yo salí en una de esas revistas haciendo un desnudo, hace mil años, a cambio de unas semillas que se quedó el chaval que me metió en eso. Yo era precaria, muy precaria y necesitaba pasta. Él cultivaba y me dijo: Hacemos esto y luego las planto y con lo que saque te doy 500 pavos Yo me sentí un poco mal al hacerlo pero entonces no era tan consciente como ahora lo soy sobre el tema de la cosificación. Encima, al final no recibí nada por esas fotos, el tipo me dijo que le habían robado las plantas…
Fotos: Flirk. Chad Castigliano, Infocannabis.org Texto: Anita Botwin. Todos los derechos reservados
Activista feminista, se presenta a si misma como periodista y tuitera, sobre todo tuitera, como un espíritu crítico, como amante de los animales, y a la izquierda, siempre a la izquierda.
¿Y entregar este artículo impreso a la gente que os trate así sin decirle mucho más o diciendo algo como «queremos concienciar a la gente sobre el machismo en el mundo del cannabis»? Supongo yo que al que este artículo no le abra los ojos hay que darle por perdido ya para siempre.