Hace poco más de un año se celebró la séptima conferencia anual del Canadian Students for Sensible Drug Policies (CSSDP), una organización sin ánimo de lucro formada con el objetivo de conseguir mejores políticas de drogas. La conferencia abrió con un panel de doctores, abogados, políticos y activistas que hablaron sobre algunas de las propuestas gubernamentales para abordar la legalización del cannabis en Canadá.
“Los precios deberían ser elevados con el fin de disuadir el consumo” – dijo uno de los ponentes. “¡Menuda mierda! – gritó una voz de entre el público, a lo que el resto de los asistentes respondió con un sonoro “Shhhhhh”.
“El consumo de cannabis puede causar falta de motivación y problemas de aprendizaje en los jóvenes y el 9% de los usuarios de cannabis acaban siendo adictos” – dijo uno de los doctores invitados. “¡Mentira!” – volvió a gritar la voz disidente de entre el público. Más “¡Shhhh!” en respuesta.
“Un mercado sin suficientes regulaciones puede causar los mimos daños que la prohibición, como hemos visto con el alcohol y el tabaco” – aseguró uno de los ponentes. Nuestro anónimo disidente no pudo aguantarlo más y se levantó de su asiento para dirigirse directamente hacia el orador.

“¿Cómo te atreves a decir algo así? ¿Cómo? Intenta decirle eso mismo a las miles de víctimas de la violencia generada por la guerra contra las drogas en Méjico” – gritó de forma enfurecida el personaje anónimo de entre el público mientras se levantaba de su asiento. Una vez que estuvo de pie no hubo duda de quién era, esa isla de insolencia en el mar de corrección política canadiense no era otro que Marc Emery.



Sería difícil definir a Marc Emery en tan solo una frase. Marc es una persona compleja; ha sido entre otras cosas librero, político, activista y empresario cannábico. Pero quizás lo que mejor define a Marc es su irreverencia. Marc tuvo la oportunidad de dirigirse al público de la conferencia más tarde, consiguiendo que una audiencia conformada en su mayoría por personas a favor de la legalización del cannabis se viera dividida ante las propuestas del “Rey de la Hierba” canadiense. En un punto de su charla llegó a compararse con Martin Luther King Jr., lo cual generó una gran conmoción en algunos de los asistentes, y aseguró que la única forma de conseguir un cambio real era quebrantando la ley y siendo arrestado, tal como hizo él (Marc fue arrestado en el año 2005 y en el 2009 fue extraditado a los Estados Unidos para servir una condena de 5 años por vender semillas de marihuana en la “Tierra de la Libertad”).
Cuando una chica de color del público le recriminó que no todo el mundo podía ir a la cárcel y volver a rehacer su vida después tal como él hizo, Marc contestó “hay muchas formas de justificar la cobardía”. El público enloqueció. Otra chica de la audiencia le recriminó lo fácil que era decir algo así siendo un varón blanco y heterosexual como él, a lo que Marc respondió, “mis privilegios os han venido bastante bien a todos vosotros, así que, de nada”. Marc prosiguió su charla soltando, de cuando en cuando, un comentario que escandalizaba a gran parte de la audiencia. Cosas como “no necesitamos reducción de riesgos”o “yo no creo que haya que establecer una edad mínima para poder fumar marihuana”, causaron gran revuelo entre el público.
Supe que tenía que hablar con él. Al terminar su charla y después de que un grupo de personas terminaran de tomarse fotos con él, me acerqué para hacerle un par de preguntas que acabaron derivando en una conversación de casi una hora y media.
Antonio Cillero – Marc, tú comenzaste tu activismo desde un punto de vista libertario y a principios de los noventa, empezaste a interesarte por el mundo del activismo cannábico. ¿Cierto?
Marc Emery – Sí, en 1990.
A.C.- Y empezaste enfocándote en la literatura sobre el cannabis.
M.E. – Sí. En 1987, el gobierno de Canadá prohibió la venta de libros y revistas sobre el cannabis y por esa época tenía una tienda de libros antiguos. Un día, estaba escuchando una grabación de un personaje famoso [Jello Biafra] titulada “Cultiva más María” [“Grow More Pot”] que decía “si leéis este libro de Jack Herer os daréis cuenta de que tenemos que cultivar más cáñamo por razones médicas, para aplicaciones industriales…”. Yo no sabía nada de eso. Sabía que podías fumarla, pero nunca había oído hablar del cáñamo. Pero cuando intenté encontrar ese libro descubrí que el gobierno de Canadá lo había prohibido. Así que, encargué cientos de copias a los Estados Unidos, compré libros de cultivo [de marihuana] y comencé a venderlos en mi tienda. Pensé que la policía vendría y me pondrían una multa, pero la cola a la puerta de mi tienda de gente que quería comprar estos libros seguía creciendo y la policía no venía. Al final desarrollé un negocio tremendo en base a la venta de estos libros y revistas ilegales.
A.C.- ¿Fumabas cannabis por aquella época?
M.E. – Fumaba cannabis desde los años ochenta, pero no estaba involucrado en ninguna campaña política al respecto. Por aquella época ya había gente haciendo algo, pero yo no pensaba que la opinión pública fuera a apoyar la legalización del cannabis. A principios de los noventa sólo el 16% de la población estaba a favor de legalizarlo. Pero pensé que si le decía a la gente que todos esos libros estaban prohibidos sería más fácil que me apoyaran para cambiar esa ley. A los canadienses no le gusta que prohíban libros y mucha gente ni siquiera sabía que estaban prohibidos.
Así que, comencé a vender esta clase de libros y seguí intentando que me arrestaran, y finalmente lo conseguí. Me arrestaron durante una campaña política. Estábamos repartiendo panfletos a los estudiantes de un instituto donde un policía de paisano había ido preguntando a los chavales si le vendían hierba y habían arrestado a dos por intentarlo. Pensé que aquello era horrible y repugnante, así que decidimos ir allí y comenzar a dar panfletos sobre marihuana y la policía nos tomó los datos y nos puso una multa. Nos dijeron que no podíamos repartir esa clase de literatura allí.
Queríamos que los medios de comunicación nos prestaran atención. El fiscal aprobó los cargos y resultó ser un tremendo error, porque el juez acabó derogando esa ley sobre la prohibición de libros y revistas sobre cannabis. Pasaron siete años desde que la ley fue aprobada hasta que la derogaron.
A.C.- Y una vez que conseguisteis legalizar los libros, ¿a qué te dedicaste?
M.E. – Cuando conseguimos que estos libros y revistas fueran legales me di cuenta que la gente nos había apoyado bastante, así que, cuando el gobierno prohibió la venta de parafernalia cannábica, ya sabes, las pipas, los bongs y esas cosas, pensé “ahora nos toca cambiar estas leyes”. En lugar de presentarnos como una panda de fumados, tenemos que cambiar estas leyes formando una organización política. Tenemos que preparar una agenda política y abrir tiendas de cáñamo en las que vendamos ropa hecha de cáñamo, semillas, pipas y bongs. En esos días no había nada del estilo.
A.C.- ¿Y qué vino después?
M.E. – Por entonces es cuando la gente comenzó a pedir el derecho a utilizar marihuana de forma medicinal. En principio pensé que sería difícil de conseguir ya que sólo el 50% de la población estaba a favor de esta idea. Era algo nuevo, pero aun así financiamos anuncios y campañas y creamos conciencia sobre el asunto hasta el punto de que una mayoría de la población estuvo a favor de legalizar el uso medicinal de la marihuana.
A.C.- ¿Y con respecto al uso recreacional?
M.E. – Parece que ahora es el momento para ello. Una gran mayoría de la población quiere que se legalice la marihuana completamente, tanto en Norteamérica como en Europa. Todavía no vemos ese nivel de apoyo en México o en América Latina, pero también está habiendo cambios allí. En Chile hace poco que tuvieron su primera Expo Cannabis con plantas auténticas y fumando marihuana de verdad. En Brasil hay un montón de apoyo a la legalización de la marihuana, me piden todo el tiempo que vaya y les ayude a organizar un movimiento.
A.C.- Pareces bastante optimista al respecto. ¿Tienes planeado visitar algún otro lugar para ayudar a organizar grupos de acción?
M.E. – Quiero ir a sitios donde me puedan detener por eso, como Filipinas.
A.C.- ¿Irías incluso a lugares que aplican la pena de muerte a los traficantes de droga?
M.E. – De hecho, hay pena de muerte por eso mismo en los Estados Unidos. Pero no me habrían podido extraditar si me hubieran sentenciado a pena de muerte. Habría sido un escándalo, así que me echaron entre 20 y 40 años por los tres millones de plantas que se supone que vendí allí. Lo cual era cierto de todos modos; vendí ese número de plantas. Mandé más de tres millones de semillas a los Estados Unidos, así que no tengo excusa al respecto. Pero, de todos modos, allí siguen teniendo pena de muerte para capos de la droga, lo que implica tener más de 65000 plantas o más de 60000 kilos de marihuana y aquellas semillas produjeron más que eso.
A.C.- La opinión pública estadounidense no habría visto con muy buenos ojos que te juzgaran como a un capo de la droga.
M.E. – Probablemente no. Pero una sentencia de entre 20 y 40 años ya es bastante aterradora. Al final se redujo a 5 años. Pero los Estados Unidos tienen la pena de muerte [por tráfico de drogas]. China e Irán también, al igual que algunos países de Asia y de Oriente Medio. Malasia todavía la tiene, porque cuando estuve de visita vi que tenían pintados en las paredes el número de traficantes de droga que habían sido ejecutados allí, fue realmente escalofriante. Y por supuesto, Indonesia. Indonesia no solía ejecutar a los traficantes. De hecho, cuando estuve viviendo allí durante un año, compré dos kilos [de marihuana] fácilmente por sólo 500 dólares. Pero entonces aquella mujer australiana fue arrestada y la sentenciaron a nueve años.



A.C.- Dejando aparte los países esos países en los que posiblemente no vayan a cambiar las cosas en un futuro próximo, ¿Cuáles son, en tu opinión, los principales cambios que vamos a presenciar en los próximos 5 o 10 años en Norteamérica y Europa?
M.E. – Yo creo que va a haber grandes cambios en Norteamérica, Suramérica y Europa. Y en Sudáfrica también. Allí han tenido un gran caso en el tribunal constitucional. Están intentando hacer presión para legalizar la Dagga, que es como llaman allí al cannabis. Estoy realmente impresionado por cómo la gente lucha en estos sitios en los que es difícil de conseguir.
A.C.- ¿Y qué piensas de España?
M.E. – La hierba de España es tan buena como la de Ámsterdam, pero hay algo raro con ella. No me coloqué tanto en España ni en Ámsterdam como pensaba. Tuve que fumar mucho para conseguir estar colocado.
A.C.- ¿Piensas que era porque los niveles de THC del cannabis en España son menores que los del cannabis canadiense?
M.E. – Creo que es por la producción a gran escala. Hace que [la marihuana] pierda esencia. Puede que fuera porque no fue secada completamente. Me dio algo de tos, lo cual no me ocurre en Canadá. Aquí, la gente seca su hierba a conciencia y al final, esa hierba produce un humo muy bueno. En España, [la marihuana] ardía bien pero había algo que fallaba y en Ámsterdam fue aún peor.
Y encima es más cara que en Vancouver. Holanda es muy cara, pero Europa en general también lo es. Y luego en Colorado y Washington es más cara todavía. En Vancouver me cuesta de 4 a 10 dólares [canadienses] el gramo.
A.C.- Pero te refieres al mercado negro de Vancouver, ¿no?
M.E. – Sí. La marihuana del mercado negro de Vancouver es más barata que en los mercados legales de Estados Unidos y de Europa. Y eso es porque tenemos una legalización real, la gente puede plantar [marihuana] sin miedo a que la vayan a detener. Desde que he vuelto a Vancouver, no ha habido ninguna detención por plantar o vender [cannabis]. Alguien debe de estar haciendo mucho dinero en España.
A.C.- Y ¿qué opinas de los modelos de clubs de cannabis que se está intentando implementar en España?
M.E. – Es un buen modelo y por lo que conozco, está siendo imitado en otros sitios. La gente está importando este modelo a Escocia, Irlanda, Inglaterra… y todos están haciendo lo mismo.
¿Y Qué te parecen los otros modelos que se están utilizando en otras partes, como en Uruguay?
M.E. – Uruguay es genial en un aspecto, han legalizado [el cannabis] pero han limitado el precio. Están cobrando un dólar por gramo. Eso va a eliminar el mercado negro, porque nadie puede competir con eso. Pero el problema es que, si entra un nuevo gobierno y no quieren mantenerlo, entonces eso hará que desaparezcan todos los proveedores de marihuana. Mi temor es que si destruyen el mercado negro y hay un cambio de gobierno, se van a quedar sin hierba.
A.C.- Eso podría pasar en cualquier lugar realmente.
M.E. – Sí, pero en España, por ejemplo, no están eliminando el mercado negro.
A.C.- Y luego tenemos por otro lado todo lo que está pasando en Estados Unidos y en Canadá.
M.E. – Pensé que habríamos legalizado la marihuana para el año 2002, pero aquí seguimos. Aunque parece que estamos justo a punto de conseguirlo. Se puede apreciar el ímpetu. Hace 25 años, en los Estados Unidos y en Canadá, no podías encontrar a un solo político que estuviera a favor de legalizar la marihuana y ahora ocurre todo lo contrario.
A.C.- ¿Crees que va a ser legal hasta en estados conservadores como Florida?
M.E. – En Florida perdieron el referéndum porque no alcanzaron el 60% de votos a favor; consiguieron solo el 57%. Eso no fue realmente democrático. En Colorado, consiguieron cambiar la constitución estatal y ahora la marihuana está permitida en la constitución y eso no puede cambiarse fácilmente. Alaska ha adoptado el modelo de Colorado y ahora permiten que se cultiven hasta seis plantas. Y en la ciudad de Washington son aún más permisivos, puedes llevar hasta dos onzas [57 gramos] y tener hasta seis plantas. Todos estos experimentos que están pasando son realmente interesantes.
A.C.- Para ti, como alguien que vende semillas de marihuana, esa sería la situación ideal, ¿no? Que todo el mundo pudiera cultivar su propia marihuana.
M.E. – No será totalmente legal hasta que nadie vaya a la cárcel por cultivar para uno mismo. Incluso si no se detiene a nadie por eso, si es demasiado cara, eso no será una legalización completa. Todavía habrá un mercado negro, como en Colorado. Los turistas están yendo a Colorado para comprar hierba allí y están manteniendo los precios altos. Pero una vez que sea legal en todos los Estados Unidos, ya no habrá mercado negro alguno.
A.C.- ¿Y si el precio tuviera un mínimo fijado por el gobierno?
M.E. – No es legal si el precio está controlado. No hay nada que sea legal cuyo precio esté controlado [por el gobierno]. Si fuera legal en Canadá y los Estados Unidos, el precio bajaría. La oferta puede crecer indefinidamente, pero la demanda solo puede incrementarse hasta un cierto límite.
A.C.- ¿Qué crees que pasará con la DEA y con el sistema penitenciario Estadounidense una vez que sea legal?
M.E. – Que la marihuana sea legal no afectaría mucho al sistema penitenciario, porque la mayoría de la gente que está allí lo está por drogas duras. A nivel local, hay gente en la cárcel debido al cannabis, pero reciben condenas de corta duración.
A.C.- ¿Y qué pasaría con la DEA?
M.E. – Ellos sí que se verán afectados. Los usuarios de marihuana forman el 80% de todos los usuarios de drogas. Una vez que legalicen la marihuana, no van a tener mucho que hacer. Ahí es donde la opinión pública se escandalizará; ¿un presupuesto de 30 o 40 millones de dólares para perseguir a los traficantes de cocaína, de heroína y de todas estas otras drogas que solo usa entre un 2 y un 5% de la población? No será posible justificar esa clase de presupuestos para perseguir a un porcentaje tan bajo de criminales.
A.C.- Parece que dentro de la comunidad cannábica hay gente con opiniones muy diversas sobre el resto de drogas [durante la conferencia hubo comentarios bastante críticos hacia el consumo de otras drogas, especialmente con respecto al alcohol, el tabaco y la heroína].
M.E. – Una vez que consigamos legalizar la marihuana, será más fácil abogar por la legalización del resto de drogas. Pero es cierto, la mayoría de la gente es bastante crítica. Solo el 10% de la población de Canadá está a favor de legalizar todas las drogas. La gente no entiende del todo la idea de que si algo es dañino, tenemos que legalizarlo. Al final todo se reduce a educación, seguimos encontrando a gente que está desinformada o que no saben nada al respecto, como la mayoría de los políticos.
A.C.- Entonces, si el cannabis fuera legal, ¿tú seguirías promoviendo la legalización del resto de drogas?
M.E. – Por supuesto. He tratado a adictos y me he dado cuenta de que la condición ilegal de las drogas duras genera una miseria terrible. Hace que la gente consuma peores drogas. Por ejemplo, si la cocaína fuera legal, la gente no consumiría crack. La mayoría de la gente que toma cocaína no se vuelve adicta; la usan de forma recreativa durante los fines de semana o la usan para trabajar y no tienen ningún problema. Pero el crack te vuelve realmente adicto.
A.C.- En tu opinión, ¿qué puede hacer el gobierno por esos adictos?
M.E. – En Vancouver tenemos un centro de inyección supervisada [Insite], y me alegro de que exista. Pero hay algo que todavía no me encaja, dejamos que esa gente compre heroína a cualquier camello y no tiene sentido para mí que no hagamos nada mientras se inyectan eso. Deberíamos venderles estas drogas a precios muy bajos, no gratis, pero muy muy baratas. Si queremos que esta gente se conviertan en ciudadanos decentes, tenemos que evitar que tengan que recurrir a delinquir para conseguirlas.
A.C.- Tú eres partidario de la reducción de riesgos.
M.E. – Sí, pero la legalización es el último paso en la reducción de riesgos.
A.C.- ¿Puedes desarrollar más esa idea?
M.E. – La reducción de riesgos no es más que una excusa para compensar los daños de la prohibición. Tener un centro de inyección supervisada tiene un impacto menor que vender heroína barata y de buena calidad. Si fuera barata, podrían fumarla o esnifarla, no tendrían que inyectársela. Podríamos darle a la gente anfetaminas mucho mejores de las que hay en la calle, con todas esas impurezas que les provocan esos horribles efectos secundarios.
A.C.- Tú pareces tener también una opinión bastante poco convencional sobre los tratamientos de desintoxicación.
M.E. – He trabajado con adictos durante dos años y les daba algo que resultó ser una sustancia muy eficaz, el hidrocloruro de ibogaína. Tras tomarlo, el síndrome de abstinencia y las ganas de reengancharse se terminaban. Tenían visiones durante un día y dormían durante otro día completo y al final se sentían mucho mejor.
Sin embargo, aunque elimines la adicción no les devuelves su vida tal como era. No les puedes dar amigos nuevos o una nueva familia. Muchos de ellos han roto con su pasado y los únicos amigos que les quedan son otros adictos y eso no es bueno. Si dejas que vuelvan a estar entre adictos, van a recaer. Recuerdo que una vez estaba conduciendo con uno de estos chicos, cuando de repente él empezó a temblar. Al ver lo que pasaba, le pregunté “¿por qué tiemblas?”, y él me dijo “normalmente me meto en esa zona, en cuanto pasemos de largo se me pasará”.
A.C.- Me imagino que tiene que ser difícil para muchos evitar volver a consumir.
M.E. – Muchos de ellos volvían a recaer. Y el problema es que cuando salen de rehabilitación vuelven a usar las mismas dosis de antes y muchos mueren de sobredosis. En los centro de desintoxicación no les dicen “mira, no puedes volver a usar la misma dosis que usabas antes. Si quieres volver a consumir tienes que usar menos ¿vale?”.
A.C.- Porque el objetivo que tiene esta gente en mente es que no vuelvan a consumir en absoluto.
M.E. – Claro, pero eso no suele pasar. La mayoría de la gente ha estado en desintoxicación 10 o 20 veces. Cuando acudían a mí ya habían pasado por muchos otros sitios.
A.C.- Y con ibogaína, ¿puede la gente volverse adicta o tener una sobredosis?
M.E. – No. [En mi clínica] no murió nadie, ni nadie se volvió adicto a la ibogaína.
A.C.- ¿Y sabes si la gente que trataste volvía a consumir?
M.E. – Algunos sí que volvían. Intenté seguir el rastro de las 65 personas que traté, pero es difícil. Volví a encontrarme con algunos años más tarde y seguían siendo adictos, mientras que otros no habían vuelto a consumir. La mayoría se encontraba en algún punto intermedio, algunos seguían consumiendo pero habían vuelto a tener control sobre sus vidas. De hecho, en algunos casos, no volver a consumir no es la solución, convencerles para que usen dosis menores mientras desarrollan una vida funcional es más importante.
A.C.- Como con las terapias en las que se sigue proporcionando heroína a los adictos, pero en menores dosis ¿no?
M.E. – Sí. Las terapias de mantenimiento.
A.C.- ¿Crees que eso es mejor que la metadona?
M.E. – Para mí, la metadona es un problema enorme. Primero, el cuerpo es capaz de eliminar la heroína del sistema de forma más fácil de lo que elimina la metadona, así que es más fácil sacarles de la heroína que de la metadona. Tuve gente que usaba metadona a la que le di ibogaína y tardaban entre 15 y 20 días y necesitaban 2 o 3 dosis en desintoxicarse.
A.C.- Y esto nos lleva a otra de tus ideas sobre la adicción, tú tienes también una hipótesis poco convencional sobre esto.
M.E. – De las 65 personas que traté, 59 no habían tenido a su padre biológico mientras crecían.
A.C.- ¿Y no piensas que eso podría ser anecdótico?
M.E. – Creo que ahora estoy convencido de que no lo es. Desde entonces, cada vez que veo a alguien que fuman cigarrillos compulsivamente o que tiene un problema con la bebida o un problema de peso, les pregunto “¿en qué ambiente creciste?, ¿cómo era tu relación con tu madre y con tu padre cuando eras pequeño?” Y todavía, no he encontrado a nadie que me dijera “tuve dos padres cariñosos y atentos mientras crecía. Ellos siempre estaban en casa, se portaban bien conmigo, cuidaban de mí”. Nunca.
A.C.- Cuando tratabas a adictos, ¿les ayudabas a lidiar con estos sentimientos y estos recuerdos?
M.E. – No. Les escuchaba, aunque a veces era desgarrador. A veces les pedía que trajeran fotografías antiguas si podían. Recuerdo esta mujer que trajo una foto de ella con dos años tomada en el desierto en la que parecía estar tan triste y ella me reconoció que aquella foto resumía perfectamente cómo se sintió durante su infancia. Esta mujer me contó que estaba preocupada de que su hija fuera a seguir el mismo camino que ella. Un día le pregunté que dónde estaba el padre y ella dijo que no había sabido nada de él en años. Así que le dije que su hija estaba en una situación muy vulnerable y que debería hablar con ella sobre sus sentimientos para evitar que tomara la decisión equivocada en el futuro.
A.C.- Cambiando un poco de tema, ¿qué le dirías a aquellos que están en contra de la legalización de las drogas para intentar que cambiaran de opinión?
M.E. – Mi argumento en ese aspecto es bastante controvertido. Yo enfatizaría la importancia de legalizar las drogas sobre los jóvenes. Primero, hablaría con los padres y les diría “mirad, cuando vuestros hijos vayan al instituto se van a encontrar con diferentes grupos de personas y el único grupo seguro es el de los fumadores de marihuana. La gente que fuma marihuana se preocupa por los demás y deberías animar a vuestros hijos a que se relacionen con ellos. Las alternativas no son nada buenas; si se relacionan con los atletas van a lastimarse, si se relacionan con los que toman alcohol van a estar en peligro también y luego están los góticos con todo ese odio hacia sus padres. El único grupo seguro es el de los fumadores de cannabis”.
A.C.- ¿De verdad piensas que ese argumento va a convencer a muchos padres?
M.E. – Sí, porque saben que es verdad. Ellos también estuvieron en el instituto y conocen todos esos grupos.
A.C.- Y ¿cómo argumentarías a favor de la legalización del uso de la marihuana por adultos?
M.E. – Mi argumento estaría basado en la idea de la “indisponibilidad del cuerpo humano” de John Stuart Mill. Deberíamos tener permiso para hacer lo que queramos con nuestros cuerpos, ya sea hacernos cicatrices, agujerearlo o ponernos vaginas. La mayoría de esto está aceptado a día de hoy y algunas de estas cosas también pueden poner en peligro la integridad de tu cuerpo. La idea de introducir una sustancia en tu organismo suena igual de natural para mí, sin importar como de peligroso pueda ser.
A.C.- Pero puede haya quien discrepe contigo ya que todavía mucha gente piensan que el cannabis es una sustancia altamente adictiva.
M.E. – En Canadá, son solo una minoría los que todavía piensan así. El sector de la población que está más en contra de la legalización son las madres con hijos pequeños. Muchas madres son muy reaccionarias, piensan que todo el mundo quiere violar o secuestrar a sus hijos. Pero una vez que sus hijos crecen, vuelven a ser personas normales. Y de verdad creo que deberíamos decirles, “mira, tus hijos van a estar más seguros con los fumadores de cannabis que con ningún otro grupo. A excepción, quizás, de los chicos del club de teatro”.
A.C.- En tu charla mencionaste que no crees en la idea de una edad mínima para fumar cannabis.
M.E. – No, porque si la marihuana fuera legal, ¿qué harías si te encuentras con menores fumando? ¿Los mandas a la cárcel? ¿Mandas a sus padres a la cárcel? No puedes arrestar a un menor de edad. Tenemos que aceptar el hecho de que no podemos hacer nada para evitar que lo hagan. Tendríamos que hacerlo más seguro para ellos. Si tu hijo de 14 años quiere fumar cannabis, tenemos que asegurarnos de que tenga acceso a cannabis de buena calidad. La prohibición no va a evitar [que fumen] y si tienen que recurrir a un camello, este puede que les acabe vendiendo otras drogas.
Y por supuesto, no puedes decirle a un chaval “todas las drogas son malas”, eso es desastroso. Por ejemplo, con el alcohol, los hijos oyen eso de que el alcohol es malo pero luego ven a sus padres bebiendo, eso es realmente confuso para ellos. Y no puedes llegar y decirle, “yo puedo sopórtalo”, porque la mayoría de los jóvenes no aceptan eso. La reducción de riesgos es importante para los jóvenes más que para ningún otro tipo de gente, queremos dirigirles hacia las drogas “buenas” y mantenerlos apartados de las “malas”. Es como con el sexo, hay “buen sexo” y “mal sexo”. El “sexo malo” es cuando te quedas preñada o te contagias de una enfermedad o violas a alguien… Hay que enseñarles a evitar estas cosas, pero básicamente, diles que no beban alcohol y que fumen hierba. Nadie hace esas locuras después de fumar hierba.
A.C.- Y ¿qué pasa con las consecuencias negativas de fumar marihuana? ¿Hay alguna en tu opinión?
M.E. – Puede que contesten a sus padres [después de fumar cannabis]. La marihuana tiene cinco enemigos: los padres, los profesores, la policía, los curas y los políticos. Todos ellos demandan obediencia incuestionable. Cuando fumas marihuana, la primera cosa que empiezas a hacer es cuestionar a tus padres. Después les llega el turno a los profesores, ya que piensas “todo esto no es más que propaganda, no es cierto”. Y entonces te encuentras con la policía, persiguiendo e intimidando todo el rato a los usuarios de cannabis. Después empiezas a cuestionar a los curas y piensas “todo esto es ridículo, esta Biblia o este Corán o este Talmud no dicen más que locuras”, porque para entonces ya eres consciente de ti mismo. Y finalmente, le llega el turno a los políticos que te oprimen. ¿Sabes por qué la gente joven no vota? Porque piensas que todo es una gran mentira. Los políticos hacen todas las cosas que luego condenan; toman drogas, atacan a gente, cometen actos criminales… Así que los jóvenes se vuelven cínicos y tienen razón en muchos aspectos, toda esa gente son unos hipócritas y actúan desde una posición de superioridad moral que no ha sido cuestionada. Y tienen razón, deberíamos cuestionar a nuestros padres, a nuestros profesores, a los policías, a los curas y a los políticos.
A.C.- Me imagino, entonces, que no esperas que la legalización de la marihuana vaya a ser venir de los estamentos políticos.
M.E. – No, todo se basa en la desobediencia civil. Todo lo que tenemos en Canadá lo hemos conseguido quebrantando la ley y yendo a juicio. Eso es muy importante, porque si el juez no simpatiza contigo, no vas a conseguir mucho, pero tienes que seguir intentándolo. Tenemos muy buenos jueces y mucha gente dispuesta a ir a la cárcel. Eso es lo que hace que las cosas cambien. Los dispensarios de Vancouver y los de Barcelona se basan en eso mismo, en quebrantar la ley.
Yo he estado en la cárcel muchas veces, pero ahora tenemos dispensarios, marihuana medicinal, libros y revistas sobre cannabis y parafernalia. Todo esto porque hubo gente dispuesta a ir a la cárcel, no porque los políticos cambiaran de opinión.
A.C.- ¿Hay alguna otra forma de activismo que sea efectiva a parte de la desobediencia civil?
M.E. – Habla con tus representantes. De hecho, muy poca gente lo hace. Mucha gente no vota, pero peor aún, mucha gente no participa. Votar no es tan importante como participar en las campañas. Cuando lo haces, la gente comienza a hacerte caso. Es aburrido y es una forma muy adulta de activismo. Además, es una solución muy a largo plazo y por eso no les gusta a los jóvenes; ellos quieren soluciones rápidas. La desobediencia civil te da resultados inmediatos, pon una planta en frente de una comisaría y en poco tiempo verás lo que va a pasar. Por eso yo prefiero la desobediencia civil.
A.C.- Pero para eso necesitas saber captar la atención de los medios.
M.E. – Eso es cierto. Yo empecé eligiendo un asunto muy popular. La gente estaba muy frustrada con el hecho de que obligaran a las tiendas a cerrar los domingos. Comencé quebrantando la ley y la gente comenzó a plantearse lo estúpidas que eran esas leyes. Y al final, con la presión de la gente, el gobierno cedió.
Después me involucré en la batalla en contra de la acusación de obscenidad contra el disco “Tan desagradable como quieras ser” (“As Nasty as you wanna be”). Perdimos el juicio, pero la justicia quedó tan avergonzada de todo aquello que nunca volvieron a acusar a nadie de obscenidad en Canadá. Y tras un tiempo, los medios de comunicación se dieron cuenta de que era un buen actor. Necesitas conseguir experiencia para saber generar el circo mediático.
A.C.- En tu charla mencionaste la importancia del espíritu emprendedor como forma de activismo.
M.E. – Necesitamos ser emprendedores y necesitamos desobedecer la ley, pero manteniendo una actitud respetuosa y educada. Necesitamos esas tres cosas si queremos apelar a los padres y al resto de la gente. No estamos intentando convencer a los que están de acuerdo con nosotros, sino a la gente que no lo está. Esa es la gente que puede tener mayor influencia en las instituciones políticas y religiosas. Cuando los líderes religiosos comiencen a hablar sobre la legalización, va a tener un impacto enorme. Ellos tienen una gran audiencia que, de momento, no está convencida de que sea lo correcto. Puede que nosotros lo hayamos dicho un millón de veces, pero ellos tienen más credibilidad que nosotros con esa gente.
A.C.- Para terminar, ¿en qué andas involucrado últimamente?
M.E. – Ahora mismo me dedico, seis días a la semana, seis horas al día, a asegurarme de que cada persona que entra en mi tienda se coloca. No importa si compran algo o no. Me he dado cuenta de que es un experimento muy interesante. Hasta la fecha ya he conseguido colocar a 2300 personas, de las cuales, 1400 no habían probado extractos [de cannabis] antes.
A.C.- ¿Cuál es el objetivo de este experimento?
M.E. – Por una parte, es una forma de desobediencia civil. Cuando empecé, me planteé, “¿Qué puedo hacer que nadie más haya hecho como forma de desobediencia civil?”. Y se me ocurrió que nadie estaba colocando a la gente que entraba en las tiendas, gratis. Por otra parte, también es una forma de reducción de riesgos. Mucha gente tiene miedo porque piensan, “madre mía, eso tiene 98% de THC, ¡Menuda locura!”, pero cuando lo prueban se sienten bien y se dan cuenta de que no genera tanto humo y cuando salen de la tienda se lo cuentan a todo el mundo.
También voy a echar la solicitud para obtener mi permiso para usar marihuana medicinal. Hay gran cantidad de evidencias que prueban que el THC no solo repara, sino que regenera las neuronas. Mi madre tuvo Alzheimer y estoy convencido de que nadie que fuma cannabis de forma regular acaba teniendo Alzheimer.
A.C.- Entonces ¿tu argumento para obtener el permiso para usar marihuana medicinal va a basarse en la premisa de prevenir una enfermedad en lugar de tratarla?
Sí.
A.C.- ¿Ha habido algún caso previo en el que alguien haya conseguido un permiso bajo esos términos?
M.E. – No que yo sepa. Pero creo que lo voy a conseguir y si no, les llevaré a los tribunales. Quiero establecer el argumento de que hay muchas razones para el uso terapéutico, no necesariamente exclusivas al uso médico. El uso médico implica que tienes un problema y que quieres cannabis para tratarlo. Mi enfoque es que es muy probable que vaya a tener este problema y el cannabis me va a ayudar a prevenirlo, lo cual me va a ahorrar mucho dinero a mí, a mi familia y al estado, así como nos va a librar a todos de mucha miseria en el futuro.
A.C.- Espero que tengas mucha suerte y gracias por hablar con InfoCannabis.
.E. – El placer ha sido mío.
Fotos: Marc Emery
Textos: Antonio Cillero. Todos los derechos reservados
Bajo el seudónimo de Acracio publica artículos sobre sustancias psicoactivas. Además de escribir sus artículos y entrevistas es el traductor oficial de InfoCannabis.
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