En este último año, el flamenco ha ocupado de nuevo un terreno importante en nuestro imaginario colectivo, en la cultura de masas. Los motivos son muchos, entre los que habría que destacar la irrupción de la industria musical más salvajemente neoliberal en este estilo. Esto ha provocado divisiones, discusiones y posicionamientos, y de pronto un montón de personas sordas (entre las que me debería incluir) parece que nos hemos hecho eruditas de este género que, no podemos negar, tiene unos orígenes en lo más profundo del pueblo.
He de admitir a quienes lean este artículo, que a pesar de que soy andaluz “con toa mi alma”, fue a una tardía edad cuando decidí seriamente pararme a escuchar Flamenco, y, me atrevo a decir, a sentirlo. No me pidan seguir el compás, ni cantar, porque aunque cuando toco una palma puede dejar sordo a quien me acompañe, me falta “eso”.
A “eso” se le puede llamar duende, arte, llevarlo en la sangre, y es que “eso” no se puede aprender, se tiene o no se tiene, y es algo que en Andalucía, hasta los más ignorantes entendemos y respetamos. Pero a menudo es un tema que personas que, por su desconocimiento en esta materia, siguen sin comprender.
Ahí es cuando personas osadas como yo, nos permitimos el lujo de compartir la sabiduría que previamente hemos leído o escuchado, a quienes sí saben de qué va el tema, porque, de una u otra manera, tienen “eso”. Insisto en puntualizar la complejidad del flamenco, a la hora de hablar de él, y de la multitud de factores que hay que tener en cuenta, en los que, aliviaos, no voy a entrar.
Entendamos únicamente esos orígenes tan fuertes de la cultura del pueblo gitano, de los moriscos, y de lo que al fin y al cabo es el pueblo de Andalucía. Pero explicar esto, suele ser complejo y sensible, por lo que un recurso fácil y pedagógico es comparar este estilo, a otros estilos con los que tenga algunas similitudes.
Las comparaciones son odiosas pero a veces necesarias, y por eso cuando alguna persona insensata me pide que le explique algo sobre el flamenco, he de compararlo con las músicas negras. Hablemos de canciones que salen de pueblos que han estado condenados por la marginalidad, la explotación y persecución de la población blanca.
Canciones que hablan del trabajo en el campo, de la libertad, con voces desgarradas y ritmos muy antiguos, la improvisación y la práctica de esta música en reuniones sociales, la transmisión oral de una generación a otra, y la sorprendente capacidad de creación musical a pesar de no saber leer una partitura. Esto nos vale para hablar de que las músicas del pueblo negro y el pueblo gitano tienen estructuras, medios y contenidos muy similares, y es que, el contexto social de ambos pueblos, también lo es, desde hace mucho tiempo hasta la actualidad.
Cuando empecé a escribir este artículo, tenía dos grandes y pesadas palabras en mi cabeza; “Flamenco y Cannabis” ¿Qué decir de esto? Lo primero era pensar que a Manolo Caracol, no me lo imagino siendo consumidor de hachís, por muchas razones, y algunas bastante evidentes. No, el hachís en aquella llamada “Época dorada del flamenco” en la que destacaban cantaores payos, sin que les faltara “eso” que tenían que tener, no formaba parte todavía de lo que tiempo después llegaría, con el flamenco joven.
A finales de la dictadura y de la «democracia», a España llegaron nuevas ideas, nuevos sonidos, nuevas maneras de vivir, y se revolucionó lo que había aquí dentro. Las bases militares estadounidenses, aparte de un punto estratégico para sus guerras, sirvieron a pueblos como Rota y Morón ser la apertura a nuevos estilos musicales. Aquí se encontraron las músicas negras y el flamenco, como tantas veces nos han contado, así como el movimiento hippie y por supuesto, las drogas.
Y es que al igual que en los peores antros de Chicago o Nueva York, en los barrios más deprimidos de las grandes capitales de España, especialmente en Andalucía, los sectores sociales más marginados, explotados, señalados y con menos oportunidades, acababan formando su propia sociedad, con su propia cultura. Aquí surgen esas músicas que salían de las atormentadas almas del pueblo negro y gitano respectivamente, en un entorno social claramente demacrado, hasta día de hoy.
Y por mucho que se haya comercializado al jazz, blues, soul y hasta al flamenco, estas músicas nunca terminan de perder su carácter de barrio, de pueblo y marginalidad. Es frecuente en las ciudades españolas ver grandes teatros y peñas privadas dedicadas al flamenco, así como festivales, gestionados en su mayoría por personas payas, y destinados a más payos y turistas, mientras que en la calle, sigue paseando algún par de primos del barrio más alejado del centro, con una guitarra vieja y destrozada, que se acerca a cualquiera a cantarle unas rumbitas por unas monedas, cigarro o papela.
Y existe un racismo y aporofobia por parte de esas personas que se autonombran expertas y fanáticas del flamenco, pero que sólo pisan grandes festivales y peñas promocionadas. Olvidan el flamenco puro, de la calle, del chaval que no sabe leer partituras, de las niñas que bailan en la plazoleta, de quien escribe a su primo porque está preso, o del que canta para pagarse la placa.
Quienes fumamos habitualmente, en especial por el sur de la Península, al menos hemos pasado por estos barrios para conseguir el sagrado producto. Yo no he podido mantenerme hermético ante lo que en los barrios se vive, siente y respira, donde es una señora mayor quien te despacha el chocolate, mientras canta para sí unas bulerías.
Es hipócrita alabar al flamenco y que luego existan discursos racistas y contra la pobreza por parte de las mismas personas, ignorando el origen marginal de estos sonidos. La vida en esos barrios es bastante dura, sobre todo cuando desde las instituciones se les ha tratado como a guetos; expulsándolos de sus barrios originales y trasladándolos a bloques de pisos, en el extrarradio, condenándolos al paro, a la escasez de recursos y a doblegarse a la manera de vivir paya o morir.
No hace falta explicar la relación entre el consumo y venta de drogas y los puntos de las ciudades más empobrecidos para comprender que forme parte de su economía, de su día a día y hasta de su cultura.
En esa aparición del flamenco joven destacó el uso de uso de psicodélicos, algo que se comprueba rápidamente al escuchar esas mezclas de estilos musicales con el flamenco; rock’n’roll, jazz, rock progresivo, psicodelia, etc.
Y no es que ocultaran ni muchísimo menos el consumo de estas drogas, pero sí que cuesta encontrar mención concreta al cannabis, que es la que nos atañe hoy. Hierba se había fumado desde hacía mucho tiempo, de diferentes maneras, pero es significativo el aumento de su consumo con la entrada de las drogas como el ácido cuando se populariza fumarla.
Pero es algo de lo que no vamos a encontrar demasiadas referencias directas, pero algunas hay fuera de los palos más tradicionales. No encuentro bulerías, ni soleares, tanguillos, martinetes ni alegrías hablando de la hierba, pero sí que hay, como El Torta, quien canta directamente a la cocaína y heroína.
Es en las rumbas, donde encontramos más referencias. Esto puede deberse a que las rumbas se asientan especialmente fuera de Andalucía, donde no era tan frecuente el consumo de hachís y se popularizó rápidamente, creando un gran impacto.
Os recomiendo repasar la filmografía de Eloy de la Iglesia para recrear en vuestra mente, si como yo, no lo vivísteis presencialmente, cómo era la vida en aquellos barrios periféricos en los años 80’s, donde entre la juventud el día a día pasaba entre droga, tirones y rumbas. Incluso allá por mi adolescencia, se pasaba por aquí aquella de:
“Con un porrito en la mano
Yo me lo lío,
Con esa raya de coca
Que me he metío,
He dao más de mil tirones
No man cogío,
El 091 pa ti y pa mi
Es pan comío”
Todavía no se sabe con certeza de dónde salió esta letra, pero camela igualmente, y es frecuente escucharla en los ambientes adecuados, más allá de aquella versión que hizo el grupo Narco. Y en este punto, concluyo mis desvaríos mentales para ofreceros, pacientes lectoras y lectores, lo que a mí se me da mejor –que no bien-, que es seleccionar música. Estos son temas que forman parte del imaginario colectivo y que conoceréis sin duda, ya que forma parte de nuestras culturas, cannábica y flamenca.
Comenzamos con Los Chunguitos y su mítico “Me sabe a humo”, con el que siempre tengo un dilema, ya que “pitillo” puede significar, depende del sitio, cigarro o porro. Hay quien habla de una oda al tabaco, y quienes –entre los que me incluyo- pensamos en una sutil alabanza al canuto, por parte de los hermanos Salazar. Juzguen:
“Yo con un pitillo me siento feliz,
y mirando el humo me olvido de tí.
Yo con un pitillo me siento feliz,
y mirando el humo me olvido de tí.”
No puedo pasar por alto a Los Chichos, con su tema La Cachimba, el primer gran éxito cannábico, grabado en 1975. Su carrera musical comenzó en 1973 y desde entonces, no hay sarao que se precie donde no se escuchen sus canciones. En este tema nos hablan de su consumo de cannabis para olvidar las penas.
Cojo la canchimba y me pongo ciego,
ciego solo de pensar en ti.
Cojo la canchimba y me pongo ciego,
ciego solo de pensar en ti.
Seguimos con este maravilloso tema de Toni el Gitano, en el que relata incrédulo a su madre que le han echado de casa por fumarse un canuto. Aquí también existe división de opiniones en cuanto al significado de “que se muera el papa”, pues se debate entre si quiere decir realmente que se muera, al ser él el responsable del desalojo, o es una expresión equivalente al “por mis muertos” para hablar de lo exagerado que es echar a alguien de su casa por fumarse un canutillo.
“Mama, que se muera el papa
Me fumao un canuto
Y ma echao de la casa.”
No puede faltar por supuesto ‘La Grifa’ a la que le cantó El Pelos. Antonio García Solomando, uno de los grandes artistas del casete de tantas gasolineras, pegó un pelotazo con este tema dedicado a la grifa, que alguna vez, todo el mundo hemos cantado:
“La grifa es una cosa que te pone ciego
Te ve la pestañí, te lleva pal talego
Dame chocolate que me ponga bien
Estando yo entre rejas, me acordaba de él
Dame chocolate que me ponga bien
Estando yo entre rejas, me acordaba de él
Talego, talego, que dolor”
Y cómo iba a faltar la Mandanga de El Fary, en el que el cantante y actor madrileño contaba una anécdota de cómo descubre la mandanga, en una discoteca, y que goza de aún más valor con ese vídeo totalmente recreado para el documental, donde explica su origen él mismo. Atentas y atentos a la supuesta discoteca que sale en el vídeo.
“Que dame la mandanga y déjame de té
dame el chocolate que me ponga bien
dame de la negra que hace buen olor
que con la maría vaya colocón”
Ya más cercano en el tiempo nos encontramos con Pata Negra y su tema Los Managers, un pasodoble donde los hermanos Raimundo y Rafael Amador echan la culpa de todo lo que les pasa a sus representantes al alcohol y la resina cannábica: «Será de tanto cubata y tanto polen, y tanto polen»
El penúltimo guiño de un flamenco a nuestra querida hierba se lo hace Kiko Veneno con La rama de Barcelona (Y todos recordamos aquella mítica portada con el nombre del grupo grabado en una tableta de hachís)
La rama de Pamplona
está sembrá, está sembrá
y a la de San Sebastián
le han dado un premio en Amsterdam
la rama de San Fernando
la están criando, la están criando
y es la que arrasa
en los bancos y terrazas
la rama de Barcelona
está molt bona, está molt bona
Incluyo en este recopilatorio a Tabletom. El grupo se formó en el año 1976, a partir de una comuna en los campos de Málaga, clasificados bajo la etiqueta de Rock andaluz aunque su estilo «particular» fuera a la larga tan incompatible con dicha etiqueta. Su homenaje a Ramón del Valle Inclán poniendo música a su poema La pipa de Kif les hace merecedores de un sitio en este artículo.
Yerba del Hombre de la Montaña,
el Santo Oficio te halló en España.
Cáñamos verdes son de alumbrados,
monjas que vuelan y excomulgados.
Son ciencia negra de la Caldea
con que embrujada fue Melibea.
Y para terminar, quien haya escuchado alguno de los programas de Calle Lubchenko, sabe que me gusta terminar en mi tierra, y para ello invoco de nuevo a Don Raimundo Amador, con el temazo compuesto por la francesa Cathy Claret: Bolleré. Una canción que habla del papel de fumar extrafino de la marca OCB, que fue todo un descubrimiento para los hermanos Amador, ya que cambiaba totalmente el sabor de los canutos. Bolleré es la pronunciación que Raimundo hizo a lo que se podía leer en el papelillo colocándolo al trasluz: Bolloré (fundador de la empresa OCB).
“Bolleré
te quita las penas
Que bolleré
te vuelve loco
Bolleré
pa toda la vida
Bolleré que papel.”
Texto: Javier Álvarez. Imágenes y vídeos: Youtube. Todos los derechos reservados.
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Javier Álvarez (1991, Sevilla, Andalucía) Vinculado a lo audiovisual desde su ingreso en la Universidad de Sevilla para realizar el grado de Comunicación Audiovisual, trató de centrarse en la radio desde el principio. Pese a su juventud cuenta ya con 7 años de actividad en diferentes radios locales de la ciudad hispalense.
Su incorformismo constante le hizo también ocupar su tiempo en movilizaciones estudiantiles, sindicatos, colectivos autogestionados y diferentes luchas, que siempre ha intentado compatibilizar con sus trabajos como técnico de sonido.
Fumador y defensor del uso terapéutico y recreativo del cannabis, Javier lleva años siendo socio de un club, y ha trabajado en todas las ediciones de Expocáñamo realizadas hasta la fecha. Defiende apoyárse en la Sativa para la creatividad, y lo muestra en el programa radiofónico de músicas marginales Calle Lubchenko, donde selecciona diferentes estilos de música con carga radical y de barrio.
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