Siguiendo la génesis de la planta es posible descubrir su relación con el chamanismo y el misticismo en las primeras civilizaciones, donde las creencias animistas se enlazaban con la naturaleza en búsqueda de salud y bienestar.
Así como concurren las leyendas en torno a la existencia de la Atlántida o de la tierra prometida de Aztlán, también perdura el mito de Shamballa, un paraíso que surgió antes de las primeras civilizaciones conocidas, ubicado más allá del Tíbet, entre las inmensas montañas (aunque también se le ha situado en el Desierto de Gobi). Era un reducto para maestros espirituales, un espacio donde pudieran comprender el sentido de todo mientras se iban conformando como especie.
Nicholas Roerich, artista e instructor espiritual ruso, pasó muchos años durante la década de los treinta explorando esa zona del globo terráqueo, tratando de ubicar vestigios de la grandiosa civilización. James Hilton, en su novela Horizontes perdidos (1933), llama a Shamballa con el nombre de Shangri-la, retratándola como un centro de felicidad, propósitos y eterna juventud.
Se dice que, de haber existido este lugar de sabiduría universal y paz, sería probable que la cannabis fuera una de las plantas favoritas de los habitantes de esta región pues se han encontrado vestigios de la hierba en esta área, misma que aún veneran en el hinduismo, el budismo y el chamanismo como espacio idílico al cual se aspira llegar en el camino de la vida.
Más allá de esta historia que, aunque guarda lógica con el viaje cannábico, se antoja de ciencia ficción, está registrado que los nómadas fueron llevando la planta hacia diversas localidades: China, India, Persia, Mongolia, una parte de Europa. Se habla de que los primeros dealers involuntarios pudieron haber sido los Yamna, un pueblo errante prehistórico que tenía gran movilidad sobre la estepa y que se extendió en esta zona.
Hay pruebas de que hace diez mil años, en el último periodo glaciar, el cáñamo ya estaba instalado en la vida de algunos seres humanos. ¿La evidencia? Fibra de cannabis encontrada en una vasija en Taiwán que se calcula es del principio del Neolítico, justo en la edad en que se comenzaron a emplear herramientas de piedra pulimentada y durante la cual surgió la agricultura, como reseña Carl Sagan en su libro The Dragons of Eden. Speculations on the Origin of Human Intelligence.
Con el descubrimiento de la agricultura, los humanos comenzaron a dominar y explorar la relación que tenían con el reino vegetal. Se dieron cuenta de que su alimento podía provenir de éste y comenzaron a cultivar muchas de las especies que estaban a su alcance, como los cereales, las frutas… y cannabis. La ventaja de esta planta era, y es, que podía crecer en casi todos los climas, desde las zonas más calurosas de Oriente Medio hasta las áreas gélidas de Europa.
En las actas del III Congreso del Neolítico en la Península Ibérica, se registran descubrimientos arqueológicos relacionados con cannabis en China, en el norte de Grecia y también en el norte de Italia, así como en el Mediterráneo occidental. Del periodo Calcolítico (entre el Neolítico y la Edad de Bronce) es el entierro femenino conocido como “El Abrigo de los Carboneros”, en Murcia, España, donde se ubicó a una mujer, tumbada sobre tablones de madera de nogal, con el cuerpo cubierto por una estera de cáñamo y la cabeza envuelta con una venda del mismo material.

Una de las historias más interesantes de entierros cannábicos que se han confirmado gracias a la tecnología actual aplicada a la antropología, es la de la princesa Ukok, una figura de gran importancia y poder, venerada por los habitantes de las montañas de Altái durante la Edad de Bronce (e incluso hasta nuestros días), quien pertenecía a la Pazyryk, sociedad ecuestre y nómada ubicada en el suroeste de Siberia, cerca de las fronteras con China y Mongolia. En ella vivía esta joven chamana que podría haber padecido osteomielitis (infección de la médula ósea y el hueso) desde la adolescencia; además, el análisis del cadáver preservado en el hielo ha indicado que la princesa comenzó a padecer cáncer de mama a sus 20 años. Sus tumores crecieron, sufrió una metástasis y entre los 25 y los 28 años de edad falleció. Seguramente ambos padecimientos le generaban dolor e incapacidad y se piensa que consumía cannabis para aligerarlos.



En su tumba se encontró un envase que contiene hojas, flores y semillas de cannabis, al igual que en otros sepulcros cercanos. Previo a este hallazgo, entre 1929 y 1949, el antropólogo ruso Sergei Rudenko llevó a cabo una serie de excavaciones en la región Pazyryk y descubrió sepulturas que contenían un “kit personal para quemar cáñamo” con signos de desgaste, junto a artículos de uso diario, tales como armas y herramientas, lo que indica que habrían sido utilizados con frecuencia. En ellos había una estructura de fieltro y cuero en forma de tipi sujeto por seis palos, acompañada por unos pequeños braseros de bronce y bolsas de cuero llenos de piedras y semillas de cannabis y de plantas aromáticas.
De esta era son también los templos del complejo arqueológico Bactria-Marguiana, ubicado en Turkmenistán, al norte de Afganistán y sur de Uzbekistán, donde en una habitación privada se encontraron tres vasijas de cerámica que contenían rastros de efedrina y cannabis.
Para cuando llegó la Edad de Hierro (arrancó en el año 700 a.C. en el Oriente, la India y en Europa y se caracterizó por el uso del hierro para fabricar armas y herramientas, lo cual representó una serie de cambios en la humanidad, entre ellos en la agricultura, las creencias religiosas y los estilos artísticos), ya se consumía cannabis para alcanzar estados místicos.
En la pequeña población llamada Hallstatt, situada en Austria central, se encontraron cientos de tumbas en donde se ha descubierto que se quemaba y se consumía su humo para alcanzar estados alterados de conciencia en el transcurso de determinados rituales de iniciación, como nos explica el profesor Isidro Marín Gutiérrez en su libro Historia General del Cannabis (Editorial Amargord).
Y así, nuestra amiga verde pasó de Rumania a Egipto, a la India y a Nepal. Se han encontrado pipas con restos de cáñamo en asentamientos de pueblos galos de Irlanda (dos mil años antes de la llegada del tabaco). En China, recientemente se ubicó en un antiguo cementerio Jiayi de Turfán, al noroeste del país, la tumba de un hombre que murió hace entre 2,500 y 2,800 años. Lo encontraron cubierto con una mortaja en la que se emplearon 13 plantas casi enteras de marihuana.
Muchos historiadores habían ubicado los orígenes del consumo de cannabis en las antiguas estepas de Asia central, pero estos argumentos se basaban únicamente en un pasaje de un texto de finales del primer milenio a. C., escrito por el historiador griego Heródoto.
Un reciente estudio, publicado en la revista Science Advances, sobre los restos encontrados en una excavación en el cementerio de Jirzankal, en las montañas de Pamir, cerca de la frontera china con Pakistán, ha demostrado la evidencia más antigua y clara de que los humanos usaban cannabis por sus propiedades psicoactivas.
Científicos del Instituto Max Planck analizaron fragmentos de madera y piedras quemadas en las tumbas, y los resultados mostraron una coincidencia exacta con la firma química del cannabis, especialmente con una alta cantidad de tetrahidrocannabinol (THC), el agente psicoactivo más potente en la planta. Nicole Boivin, directora y autora del informe, dijo que la cannabis se quemó en piedras calientes dentro de braseros de madera, una especie de recipientes para carbones calientes, probablemente se usó durante las ceremonias de entierro, tal vez como una forma de comunicarse con lo divino o los muertos.
El animismo (del latín anima, ‘alma’) es un concepto que engloba diversas creencias en las que tanto objetos (útiles de uso cotidiano o bien aquellos reservados a ocasiones especiales) como cualquier elemento del mundo natural (montañas, ríos, el cielo, la tierra, determinados lugares característicos, rocas, plantas, animales, árboles, etc.) están dotados de alma o consciencia propia. El término Chamán proviene del sustantivo en idioma tungu (Siberia) shamán (el que sabe) del verbo sha (saber).
Texto: Verónica Maza Bustamante. Imágenes: Science Advances. Todos los derechos reservados.
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Verónica Maza Bustamante (1971, México) Egresada de la licenciatura en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Autónoma Metropolitana de Ciudad de México, es diplomada en Cine y en Medicina Tradicional Mexicana. Máster en Educación e Información Sexual. Ha trabajado como reportera y editora en diversos diarios nacionales, así como en revistas de música, cine, salud… En televisión ha sido reportera y conductora en programas de investigación periodística y educación sexual en Canal 40, Televisa, Canal Once, Cadena Tres y Milenio Televisión. En radio ha sido colaboradora semanal con secciones en Imagen Informativa, Reporte Informativo, Radio Fórmula y W Radio, donde también fue co-conductora. Fue jefa de prensa de la Asociación Nacional de Actores y de Cultura del ISSSTE. Durante un año y medio publicó la columna “Música de coñerías”, en la revista Playboy.
Es conferencista en temas de erotismo, educación y salud sexual. Durante un año brindó un taller de sexualidad a los alumnos de la Escuela Normal de Maestros y ha dado charlas a estudiantes de niveles medio, medio superior y superior sobre los mismos temas. Recientemente trabaja con padres de familia en educación sexual infantil y tiene un proyecto para dar charlas con adolescentes y jóvenes.
Recibió el premio “Destino Madrid”, en España, el año 2006, por su labor como editora del suplemento contracultural Traspatio. Las otras culturas. En septiembre de 2009 se hizo acreedora del tercer lugar del Premio de Periodismo en Salud Cardiovascular, otorgado por Sanofi Aventis en Barcelona, España.
Actualmente es coeditora y reportera en Milenio Diario, donde cada sábado y desde hace 17 años publica la columna “El Sexódromo”. Es colaboradora en Milenio Radio, Milenio Televisión, del programa “Lugar Común”, de Radio Universidad de Guadalajara, y de El Weso, de W Radio. Fue socia de la editorial Rhythm & Books y es “facilitadora musical” de todos sus amigos que se dedican a compartir sonidos. Periodista, orientadora sexual, antropóloga de ventanas, lectora voraz, defensora del desvalido y promotora del orgasmo. El motel de los antojos prohibidos fue su primer libro, Sinfonía del placer es el último, y amenaza con escribir muchos más. Es, además, devota madre de un niño-jaguar.
1 comentario en «Cannabis y chamanes de la antigüedad»
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