El Cannabis en China hoy, entre la explotación del oro verde y la tolerancia 0

En demasiadas ocasiones, la propia historia se vuelve en contra de la retórica oficial. Acaba de ocurrir en China, cuya política de tolerancia cero hacia las drogas se ve cuestionada por la tradición de plantaciones de cáñamo a lo largo de su historia: no en vano, el término chino para cannabis ya se usaba en el 2700 antes de Cristo para describir la marihuana médica, lo cual lo convierte en el más antiguo nombre que ha recibido la planta de cáñamo.

Recientemente, las ironías históricas se han multiplicado gracias a los descubrimientos arqueológicos que indican que el país comunista pudo ser precursor en el consumo de cannabis y servir de tránsito de esta planta al resto del mundo mediante la Ruta de la Seda. 

El hallazgo de una decena de quemadores de incienso con restos de cannabis en un cementerio situado en las montañas de Pamir, al oeste de China, supone, según los arqueólogos, la prueba más antigua del uso de esta sustancia en ritos funerarios, ya que el camposanto de Jirkanzal, donde fueron excavados, tiene 2.500 años. 

Los expertos han explicado que los morteros de madera encontrados servían para depositar cannabis sobre piedras calentadas al fuego, con el objetivo de que el humo resultante facilitara la comunicación de los vivos con los espíritus de los fallecidos.

Junto a los recipientes, han sido hallados platos y cuencos de madera, cuentas de vidrio, piezas de seda y un arpa china, instrumento que solía emplearse en funerales y ritos de sacrificio. 

“Ha habido un largo debate sobre los orígenes del consumo de cannabis, y hay muchas afirmaciones especulativas sobre su uso en la antigüedad», explicó a la prensa británica Robert Spengler, del Instituto Max Planck para la Ciencia de la Historia Humana:

«Este estudio proporciona la evidencia más clara e inequívoca de la quema de la planta en la antigüedad para ser empleada como droga».

La proximidad de Jirkanzal a Asia Central hace pensar en que la Ruta de la Seda podría haber incluido cannabis entre los productos que se distribuían al mundo entero, para desmayo de uno de los países más intransigentes, en nuestros días, hacia cualquier uso de esta planta.

el cannabis en china

¿Cuando empieza la tolerancia cero con el cannabis en China?

La intolerancia se remonta a la misma fundación de la República Popular de China, en 1949, cuando el recién creado régimen comunista adoptó una línea dura hacia las drogas que se extiende hasta nuestros días y que sólo se vio aliviada durante los años 70, cuando el país se implicó en la guerra de Vietnam:

Según los expertos, el Ejército chino buscaba un material resistente que mantuviese a sus soldados secos y limpios en la jungla vietnamita, y para ello recurrieron al cáñamo.  

Oficialmente, tras la firma de la Convención de Naciones Unidas sobre Substancias Psicotrópicas, en 1985, China prohibió el cultivo de esta planta, cuyas plantaciones solían cubrir superficies enteras en la provincia de Yunnan, colindante con Birmania, Laos y Vietnam, y en otras provincias como Xinjiang.

En los últimos años, el cáñamo legal regresó con fuerza en una nueva contradicción compatible -aparentemente- con la retórica oficial de tolerancia cero: el objetivo es producirlo a gran escala para importarlo al resto del mundo, con el objetivo de obtener réditos económicos y no desaprovechar el boom actual. 

Pero eso no impide que la China comunista acuse a Occidente de envenenar a sus ciudadanos con la “cultura del cannabis”. En una conferencia de prensa celebrada el pasado junio, el vice responsable de la unidad de lucha contra los narcóticos, Liu Yuejin, aseguró que la legalización de la marihuana en otros países está llevando a China a “endurecer de forma estricta la supervisión del cannabis industrial”.

Liu Yuejin
Liu Yuejin

Las autoridades de Pekín han arremetido contra el aperturismo de naciones como Canadá o Estados Unidos, hasta el punto de que el citado funcionario calificó la legalización de la marihuana en dichos lugares como “una nueva amenaza para China”.

Liu alegó que el uso doméstico habría crecido un 25% en 2018 gracias a la reciente legalización en esos países, si bien sólo admitió la existencia de 24.000 usuarios en un país de 1.400 millones de habitantes, y lo que es peor, acusó a los extranjeros de nutrir esas cifras con su consumo. 

Según Liu, China interceptó en 2018 115 paquetes postales enviados desde el extranjero con un total de “55 kilogramos de cannabis o derivados”, en su mayoría destinado a ciudadanos no chinos.

Curiosa denuncia de un Estado al que Estados Unidos acusa de inundar el país con fentanyl, un medicamento considerado entre 50 y 100 veces más potente que la morfina y entre 30 y 50 veces más poderoso que la heroína, vinculado según las autoridades sanitarias del país a uno de cada cuatro casos de sobredosis en 2018, lo que habría ocasionado 18.000 muertes en ese año.

La presión norteamericana ha llevado a las autoridades de Pekín a incluir ese medicamento en la lista de sustancias controladas. 

Por las mismas fechas, este verano, un artículo del China Youth Daily -órgano de propaganda oficial destinado a la juventud- advertía a los lectores de los peligros que suponen los estudiantes extranjeros -o incluso de los locales que se han formado en Occidente, iniciándose en el consumo- que pretenden “crear una cultura del cannabis que pone énfasis en el hedonismo y aparenta ser genial”.

Una advertencia que no debe ser ignorada, dada la política de completa intolerancia hacia el consumo de cannabis que lleva a las autoridades a realizar redadas habituales en clubes y discotecas durante la noche para hacer análisis de orina a sus clientes en operaciones policiales que a menudo terminan extrayendo denuncias de amigos de los afectados, ampliando el círculo de incriminados.

En China, la policía puede entrar en domicilios privados sin una orden judicial y obligar a sus residentes a realizar dichas pruebas. Pekín castiga con duras penas el contrabando, tráfico y el consumo de drogas. La posesión de más de 50 gramos puede conllevar la pena capital.

camaras policía China China foto Victoriano Izquierdo
Cámaras de vigilancia en China (Foto: Victoriano Izquierdo)

Pero eso no implica que China no saque rédito del cannabis. La realidad sobre el terreno indica una estrategia para, como titulaba el diario hongkonés South China Morning Post, “convertirse silenciosamente en una súper potencia del cannabis” aprovechando la demanda internacional.

En el citado artículo, el reportero describe cómo los agricultores de la provincia de Heilongjiang -cerca de la frontera con Rusia- cultivan de forma legal marihuana “para vender los tallos a la industria textil con el objetivo de fabricar tejido de alta calidad, las hojas a las compañías farmacéuticas para producir medicamentos, y las semillas a las empresas alimenticias para incorporarlos a aperitivos, bebidas y aceite de cocina”.

Y en la citada Yunnan, refugio a finales de los años 80 y principios de los 90 de mochileros en busca de aventureros aficionados a la marihuana, han regresado las plantaciones legales destinadas a la exportación con la aspiración de enriquecerse gracias al oro verde. 

Campesinos recolectando cannabis en China
Campesinos recolectando cáñamo en China

La producción es tan masiva que ambas provincias suman, según el Centro Nacional de Estadísticas chino, casi la mitad de los cultivos legales comerciales de cáñamo en todo el mundo.

Ayuda una tradición que se remonta a varios milenios, ya que han sido hallados textiles fabricados con cáñamo en varias tumbas de la Dinastía Shang excavadas en Hebei, y se cree que la fibra de cáñamo fue la base de las primeras producciones de papel del país.

Otras partes de la planta fueron usadas por la medicina tradicional china para tratar dolencias como la gota, el reumatismo, la malaria o los dolores menstruales, a juzgar por escritos farmacéuticos que datan del primer o segundo siglo de nuestra era, y donde se advierte de los efectos secundarios de su uso medicinal con las siguientes palabras:

“Una persona puede llegar a ver fantasmas tras una sobredosis, y lanzarse a correr como loco. Tras una ingestión moderada a largo plazo, puede ser capaz de comunicarse con dios”.

Texto: Mónica García Prieto. Imágenes: Victoriano Izquierdo, SupChina, QQ, Handout. Todos los derechos reservados.

monica garcia prieto

Mónica García Prieto (Badajoz, 1974) Licenciada en Ciencias de la Información. Periodista freelance. Ejerce como reportera internacional desde sus inicios y ha sido corresponsal en Roma, Moscú, Jerusalén, Beirut, Bangkok y Shanghai.

Ha cubierto más de una decena de conflictos bélicos, Afganistán, Irak, Siria, Gaza y Chechenia entre otros, así como las revoluciones árabes desatadas en 2011 entre otros acontecimientos reseñables de nuestro tiempo.

Reconocida con los premios Dario D’Angelo en 2005, José María Porquet de Periodismo Digital en 2011, José Couso de Periodismo en 2013, Julio Anguita Parrado en 2016 y Premio Cirilo Rodríguez de 2016, es co-autora de los libros Siria, el país de las almas rotas y Irak la semilla del odio, ambos publicados por Editorial Debate.

Ha participado en otros libros como Todas, crónicas de la violencia contra las mujeres de la Editorial Libros.com, o Contarlo para no olvidar, junto a Maruja Torres, publicado por la Colección Voces de Revista 5W. 

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