Cae la noche en El Cairo pero el ajetreado ritmo de vida se mantiene impasible. La ciudad de 20 millones de habitantes parece sufrir de un insomnio constante cuyo combustible es café, té, cigarrillos y (para al menos 6 millones de personas en Egipto según la ONU) hachís.
Se puede encontrar a un joven de camino a una cita médica a las once de la noche, viejos jugando ajedrez en un café a las dos de la madrugada, y a otros en una barbería a las cuatro.
Sin embargo, poco después de oscurecer, las inmensa mayoría de mujeres han desaparecido de las calles. La sociedad egipcia tradicional considera el salir de noche (como tantos otros comportamientos) algo «normal» para los hombres pero inaceptable para las mujeres.
Tampoco se encontrarán muchas mujeres fumando tabaco, ni mucho menos cannabis.
Si bien ya los antiguos egipcios en el año 1500 AC hacían uso del cannabis en la Ginecología, para el siglo XX el país se había convertido en uno de los mayores impulsores de la prohibición internacional del cannabis.
A pesar de esto, Egipto sigue siendo uno de los países con mayor consumo del mundo según la ONU, un hábito que se reserva mayoritariamente para los hombres. No obstante, esto está cambiando.
Un creciente número de mujeres egipcias que consumen cannabis se mueve entre el secretismo y la represión. Hablamos con tres de ellas para saber cómo es ser una fumadora en Egipto.
Fumábamos hachís en el mar, ahí no podían atraparnos
Heba tenía 23 años cuando fumó por primera vez en casa de unos amigos en su ciudad, Alejandría. En su apartamento en El Cairo nos describe el ambiente asfixiante de su tierra natal: “En Alejandría, por ser mujer, todos están vigilando mis pasos.
Quién viene, qué estás haciendo… Tienes que estar escondiéndote. Te vigilan los vecinos, el de la tienda de la esquina, tanto si eres eres un hombre viviendo solo como si eres una mujer viviendo sola. Y eso, si te dejan vivir sola siendo mujer. Nadie quiere alquilarte un piso si eres una chica sola”.
Heba ha fumado desde entonces esquivando la tradición y la doble moral que rige la sociedad egipcia. El Fondo para el Combate y Tratamiento del Abuso y la Adicción calcula que en 2016 un 10,4 % de la población consumía drogas ilegales, mientras que un 2,6 % eran adictos.
“En Egipto todos fuman. Mi hermano fuma hachís en casa pero para mí no es lo mismo. Ahora fumo, soy mayor y puedo hacer lo que quiera, pero no frente a mi familia. Pasa lo mismo con los cigarrillos. Mi hermano sí puede fumar cigarrillos frente a todos.
Entonces, en Alejandría fumábamos en el mar, ahí no podían atraparnos. O fumaba en casa: cerraba la puerta cuando venían mis amigas a dormir. Pero no todas las chichas tienen esta opción”, explica.
Desde 2013 Heba consume todos los días, sobre todo después del trabajo. “Fumo en Dabus. Haces el hachís en forma alargada y lo insertas en el agujero de un cigarrillo. Luego lo metes dentro de un vaso y lo cubres, así guardas el humo. Es mi favorito”, describe.
No obstante, durante sus años en Alejandría nunca pilló por sí misma. Las mujeres fumadoras en Egipto se ven obligadas a ocultarse tras intermediarios. “Nuestros amigos hombres son los que compran el hachís porque los camellos en Alejandría son muy… Si tratan conmigo, me verán como una chica que fuma hachís, fácil de conseguir… Una perra.
Porque si fumas hachís, puedes hacer lo que sea. Con los hombres no, como todo en Egipto”. Si eres mujer (denuncia Heba) siempre encontrarán una excusa para juzgarte. “Eres una mala chica por muchas razones: sales de noche, vistes así, fumas hachís, haces cualquier cosa. Siempre encuentran la razón”.
Su familia se enteró una vez que su hermano pequeño encontró hachís en el baño. “Mi madre dijo: Haz lo que quieras en casa, pero afuera no. Protege nuestra reputación. Todo se trata de esto.
Ahora como estoy en El Cairo y nadie me conoce, hago lo que quiero. Pero cuando voy a Alejandría tengo que seguir las reglas”, relata Heba. No existe información oficial sobre cuántas consumidoras hay en Egipto.
Un informe reciente sobre adicción femenina realizado por el centro Nazra de Estudios Feministas explica que las adictas son víctimas de violaciones, palizas y en ocasiones son encerradas por su propia familia.
El acceso de las mujeres a programas de rehabilitación está restringido por “las actitudes conservadoras de la sociedad”, indica el documento. Por ello, se calcula que aunque las mujeres suponen casi un 30 % del número total de adictos, sólo constituyen un 4,5 % de quienes reciben tratamiento.
Tras haberse independizado, la vida de Heba y sus amigas con las que compartía porros entre las olas ha cambiado. “Todas tenemos problemas con nuestras familias.
Vivimos muchos años en Alejandría sufriendo de todo: estudiando, trabajando, metiéndonos en problemas, palizas… Las familias, padre, madre, hermanos, golpean a las chicas si hacen algo. Pero ahora estamos bien. Si tienes educación y consigues tu propio dinero, puedes hacerlo. Si no, estás jodida”.

Cuando llegué de Siria llamé a un amigo para conseguir cannabis
Hay un artículo en internet sobre cómo pueden las mujeres comprar en Egipto y dice: “chicas, tened cuidado, no van a tratarte bien”. Souad lo leyó al llegar a Egipto desde Siria en 2016, y a los pocos meses decidió arriesgarse.
“Es muuuy difícil comprar siendo mujer. Los camellos en Egipto están en otro nivel. Cuando llegué a Egipto, no conocía a nadie. Así que llamé a mi amigo que vivía en Alejandría (también sirio) y le dije: “Me conoces, somos amigos desde Siria, deberías estar pendiente de mí, y encontrarme un camello.
Porque estoy a punto de preguntarle al portero de enfrente”. Y él dice: “¡No! Jamás hagas eso, voy a llamar a un viejo amigo mío”. Era un tipo egipcio al que no veía hace 5 años. Así que lo llamé y me dijo que fuera cerca de las pirámides, donde él vivía.
Llevaba sólo 3 meses en Egipto, y era mi primera vez conduciendo. Estaba muy lejos y me perdí tres veces. Me llevó a un callejón muy muy muy estrecho… Ahora, después de 3 años en Egipto, no me puedo creer que haya hecho esto y sobrevivido. Fui y tomamos café con él en una plaza con todos los locales.
Me llevó algo que se veía exactamente como el mate argentino (la misma textura y color) y me dijo que era Marihuana. Olía como a orégano. Lo probé en casa… Y no era María. Después de 7 u 8 meses me enteré de lo que realmente era: Strox* Esta es una droga muy barata, y muy, muy mala.



Y me cobraron unas 400 libras!!! (20 euros), cuando en realidad debería haber costado 60 libras (3 euros). Seguí yendo durante meses con el mismo tío porque era la única persona que conocía. Tiempo después me enteré que el lugar (el Mercado de Alí- es donde está toda la droga, y también los asesinos en serie”, ríe Souad.
El cannabis es un tema tabú en Siria, a diferencia de en Egipto. Aún así, Souad asegura que el sexismo es más pronunciado a orillas del Nilo. “El concepto de fumar hachís en Egipto no es algo extraño, es algo de la cultura, no es como el alcohol.
Para ellos beber alcohol es algo tremendo, pero fumar hachís no. Lo único es que una vez estaba fumando con unos tíos y ellos no me pasaban el porro porque era “un porro de chicos”. Incluso fumar cigarrillos en la calle, siendo mujer, no es algo normal.
La Agencia Central de Movilizaciones y Estadísticas calcula que uno de cada cinco egipcios fuman tabaco. Del número total de fumadores, menos del 1 % son mujeres. “En algunas reuniones en el trabajo me cuesta fumar.
Una vez estaba buscando un mechero y un compañero me dijo: No me importa verte fumar porque eres extranjera. Pero si viera a mi hermana fumando, sería una pesadilla.
Él, por supuesto, estaba fumando. ¿Por qué está bien que yo fume y tu hermana no? Porque no soy egipcia. ¡Dame el mechero y ya!”, exclama Souad.
Aunque fuma a diario, Souad siempre consigue su hachís a través de amigos. Sus pocos intentos de pillar por su cuenta todavía la persiguen. “Hace un año estaba de vacaciones en el Sinaí y le compré a un camarero.
Luego estuvo llamándome toda la noche, y al día siguiente. Hasta hoy me sigue enviando mensajes, aunque lo bloqueé de Whatsapp. Incluso ahora sigue intentando hablar conmigo.
Yo sé manejar a un tío que está intentando ligar y tal, pero una egipcia normal no. No es común que la chica llame directamente al camello. Incluso así, un amigo hombre irá con ella y le dirá: «Esta chica va a tratar contigo, ella es mi chica así que la vas a cuidar y no le vas a hacer daño”.
Si mi familia se enterase que fumo cannabis… R.I.P.
Radwan pide ocultar su nombre real para evitar que se corra la voz. Todavía vive con su familia en Hurgada, una ciudad a orillas del Mar Rojo que recibe cientos de miles de turistas al año.
Y aunque el contacto con los extranjeros hace que sea un lugar menos tradicional que El Cairo, la presión del “qué dirán” sigue pesando sobre sus habitantes. Empezó a fumar por curiosidad en su último año de secundaria, temprano para estándares egipcios.
Hasta hoy lo mantiene en secreto. “Si la gente se entera de que fumas, la cosa va creciendo. Pensarán que eres una zorra, que tienes sexo con los camellos a cambio de droga. Luego dirán que también te metes coca. Algunas personas irán al extremo de llamar a tus padres, están enfermos.
Si mi familia se enterase… R.I.P.”, asegura Radwan.
No sólo se arriesga la reprobación social. “Una chica fumadora de hachís puede fácilmente ser expulsada de la universidad. Un chico, en cambio, puede recibir simplemente una advertencia”, critica Radwan.
Egipto tiene una de las legislaciones más duras del mundo en materia de drogas a pesar de que el Gobierno calcula que uno de cada diez egipcios consume alguna sustancia ilegal. El consumo está penado con hasta 3 años de cárcel en Egipto, y el tráfico se paga con pena de muerte.
Radwan asegura que nunca fuma en la calle por temor ser acosada sexualmente por policías en caso de ser atrapada. Según el Centro Nazra de Estudios Feministas, la violencia sexual por parte de la Policía es algo generalizado “tanto en la etapa de adicción activa como durante la rehabilitación”.
Tanto Radwan como Heba y Souad afirman que el que una mujer fume hachís en Egipto depende de su mentalidad. No obstante, coinciden en que las fumadoras suelen provenir de familias adineradas puesto que tienen un mayor acceso a la educación.
La canción “Hashrab hashish” (Fumaré hachís) se ha convertido en un himno
En un círculo tan reducido como el de las fumadoras de cannabis en Egipto, todas concuerdan en haber escuchado la canción “Hashrab hashish” (“Fumaré hachís”), de la banda egipcia Do3souqa. En ella, la vocalista Luka habla sobre las presiones sociales a las que se ven sometidas las jóvenes en el país del Nilo y habla abiertamente del consumo de cannabis.
La canción se hizo viral cuando vio la luz en 2015 y con más de ocho millones de reproducciones en Sound Cloud se ha convertido en un himno de las mujeres que fuman en Egipto.
Mi abuela me dijo que las chicas usan vestidos.
Mi madre me dijo que las chicas no juegan en el lodo
Mi tía (que usa hiyab) me dijo: “Canta si quieres, pero irás al infierno”
Pero mi padre no me dijo nada…
Así que haré lo correcto, fumaré hachís.
* Strox: Término genérico usado en Egipto tanto para cannabinoides sintéticos como sobretodo para su versión «casera» a base de sucedáneos: Hierbas aromáticas rociadas con fármacos tipo atropina, hioscina… De efectos intensos pero no muy agradables. Ya que los 6 cannabinoides sintéticos tienen nombres concretos, el genérico Strox designaría más bien a las imitaciones hechas a partir de ingredientes accesibles y por lo tanto, más baratos que los cannabinoides (Gracias Anxo Cuba)
Texto y Fotos: Eduardo Echeverri López. Todos los derechos reservados.



Eduardo Echeverri López (Madrid, 1996) Graduado en Ciencias de la información por la Universidad Complutense de Madrid. Ha publicado en el Diario El Mundo y en infoLibre. También ha realizado prácticas en M21 Radio.
Colabora en labores de fact-checking en «The Cairo Review of Global Affairs» revista de política internacional de la Universidad Americana en El Cairo. Actualmente este periodista colombiano reside en El Cairo (Egipto) donde se dedica al estudio de la lengua árabe y a la enseñanza del español.
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